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Las modernas sociedades comerciales, las empresas por acciones, habían hecho su primera aparición en aquella España apenas salida del caos medieval.

El partido constitucional de España, aspirando á la libertad en la unida, trabajaba en cierto modo contra su propia causa al querer fundar un gobierno parlamentario pero central, puesto que su triunfo debia producir la absorcion de la independencia municipal de las provincias, y por lo mismo la anulacion de esas libertades impropiamente llamadas fueros.

En esto vió pasar delante de una larga fila de coches, llenos de señores y señoras conversando con animacion; creyó distinguir dentro grandes ramilletes de flores, pero no paró atencion en ello. Los coches se dirigían hácia la calle del Rosario y, por encontrarse con los que bajaban del puente de España, tenían que detenerse á menudo é ir lentamente.

Cuando leyeron a Salcedo la sentencia, propuso al virrey que le permitiese apelar a España, y que por el tiempo que transcurriese desde la salida del navío hasta su regreso con la resolución de la corte de Madrid, lo obsequiaría diariamente con una barra de plata.

Además de ese catálogo incluyo también otro de los escritos más notables, que han llegado á mi noticia sobre el conjunto de las diversas partes de la poesía y del arte dramático en España. El lector, de esta manera, forma con facilidad una idea de esta especial literatura de los trabajos anteriores, que han servido de fundamento á mi obra.

Dolz, á quien cita, nuestros empleados en aquellas aduanas defraudan al Tesoro, y sin duda envían á España cada año la friolera de ocho millones de pesos fuertes.

Esto, que es una cualidad de aristocracia, llevó a la pobre Betina a la prisión, de donde salió tuberculosa. Esta mujer artista, de espíritu extraordinario, dice que todo en España es idioto, menos los amigos del café silencioso. Realmente, con bastante dificultad se podría hallar un cenáculo más pintoresco y más multiforme.

Por tanto, como los godos no eran arrastrados en sus acciones por la intolerancia católica, sino por el deseo de la buena conservacion de sus conquistas, no habrian dejado caer en olvido á los hebreos á la hora de hacer el repartimiento de España, si estos hubieran vivido en gran número por las ciudades.

Fue la Pinta la que avistó, a las dos de la mañana, la isla de Guanahaní, y Rodríguez Bermejo el que dio el grito de «¡Tierra!...». Pero Colón, al volver a España, dijo que era él mismo quien a las diez de la noche, o sea cuatro horas antes, había visto una luz «como una candelica subiendo y bajando», y que esta luz procedía de la isla.

Bien mirado, no cayó sobre España aquel inmenso diluvio de moros de que nos habla Fray Luis de León en la Profecía del Tajo.