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Yo puedo enseñarle, gentleman, como unos cincuenta mil libros escritos para glorificar á Eulame y narrar sus hazañas. Sin embargo, su herencia no pudo resultar más fatal. Este fabricante de guerras hizo lo necesario antes de desaparecer para que nuestro mundo se viese condenado eternamente á la guerra.

Hay, pues, que agradecérselo, teniendo siempre en cuenta que, al escribir su libro, no se propuso ni pudo nunca proponerse decir la última palabra sobre la materia, ni apurar todas las investigaciones posibles sobre los autores y sus escritos, ni dejar un monumento que fuese de todos los tiempos, acerca de nuestra literatura dramática.

En esta clase de escritos deben distinguirse dos partes: las descripciones de objetos que ha visto, ó escenas que ha presenciado el viajero; y las demas noticias y observaciones de que llena su obra.

Los últimos vienen á demostrar con evidencia que á principios del siglo VII de nuestra Era, el Egipto fué conquistado por Cosroes II, y que la dominación persa en aquel país se extendió hasta la Nubia. Por la materia en que los documentos de la colección están escritos, también hay notable diversidad.

He encontrado entre las hojas de una Mitología ilustrada, pedacitos de yerba de Loreto... eran polvo; papeles escritos en que reconocí mis garabatos de niña... y un marinero dibujado por mi pluma que, según la leyenda que tiene al pie, era Germán.

La colección de Monardes ofrecióle motivo y base fundamental para sus escritos, y singularmente para la obra titulada «Historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales», que es indudablemente, su trabajo de más empeño.

Desde el impulso dado á la crítica por Lessing, extendiendo sus horizontes y no contentándose ya con las reglas y los antiguos modelos, se había sentido en Alemania afición extraordinaria al estudio de las literaturas extranjeras, como lo prueban los muchos escritos de autores distinguidos de esta época, entre los cuales, por su relación especial con nuestra literatura, sobresale en primer término Augusto Guillermo Schlegel.

Cierto; no me entiende usted; es mal enemigo, y no me atrevo a insertarlo. ¡Oh inagotable capítulo de las consideraciones! Por todos lados adonde nos volvamos para marchar, encontramos con la pared. ¿Qué de elogios no merece esta noble moderación, este respeto a las personas que pueden, entre los batuecos? Encuéntrome con un escritor público. Señor bachiller, ¿qué le parece a usted mis escritos?

Poquísimas tragedias hay buenas: unas son idylios en coloquios bien escritos y bien versificados; otras disertaciones de política que infunden sueño, ó amplificaciones que cansan; otras desatinos de un energúmeno en estilo bárbaro, razones cortadas, apóstrofes interminables á los Dioses no sabiendo que decir á los hombres, falsas máxîmas, y lugares comunes hinchados.

Nuestra persuasión, por tanto, de no haberse ajustado el portugués á otros escritos semejantes, indígenas de la Península transpirenáica, es ahora la misma que antes. Para formar una idea de estos autos, haremos un extracto del argumento del que lleva por título Mofina Méndez.