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Cuando el otoño era ya un poco entrado, se ocultaba entre la niebla, y no volvía á parecer sino uno que otro día muy raro del invierno, en que el viento, soplando fuerte por la noche, había barrido el tupido manto de los cielos.

Algunas horas después, ya muy entrado el día, cuando la despertaron, la dueña más antigua la dijo toda azorada: ¡Señora! ¡Esperanza de Figueroa ha desaparecido! ¡Que ha desaparecido Esperanza! exclamó la duquesa con tal asombro, tan ingenuo y tan natural, como si aquella hubiera sido la primera noticia. ; , señora: desaparecido completamente. Habrá salido...

Mira, maño, que no tengo más.» Y el trato quedó cerrado en un duro, un «napoleón», como se decía entonces, el único dinero con que llegué a Buenos Aires. ¡Y gracias que hubiese entrado con él!... Ustedes se acuerdan de cómo se desembarcaba en aquellos tiempos.

No qué diablos ha sido esto, ni por dónde se ha entrado este amor que le tengo, siendo yo tan muchacha y él tan muchacho, que en verdad que creo que somos de una edad mesma, y que yo no tengo cumplidos diez y seis años; que para el día de San Miguel que vendrá dice mi padre que los cumplo.

Hullin, que acababa de llegar con Lagarmitte, gritaba alegremente: ¡Bien, amigos míos! ¡Ya habéis entrado en fuego! ¡Mil demonios! ¡Esto marcha! Los alemanes no estarán muy orgullosos de la jornada. Luego besó a Luisa y corrió a ver a la señora Lefèvre. ¿Está usted satisfecha, Catalina? ¡No van mal nuestros asuntos! Pero ¿qué le sucede? ¿Usted no se alegra?

Digo que es refinadamente francés, refinadamente chispeante y fosfórico, el que las tumbas de Voltaire y de Diderot ocupen su puesto en un mausoleo cristiano, y que en ese mausoleo cristiano no hayan entrado las cenizas de un Bossuet, de un Flechier, de un Bourdaloue, de un Fenelon. Este es positivamente el fenómeno que menos he podido explicarme, un fenómeno que me aturde.

No merecía otro nombre su amor. En aquel espíritu ardiente, despótico, atormentado, no había entrado jamás la ternura; ignoraba por completo las cosas deliciosas y poéticas que ennoblecen la pasión y la hacen perdonable. Su vida se había deslizado en una agitación insana, atormentada por el deseo de ser feliz a toda costa.

En Suiza no se toman la pena de ejecutar esos trabajos; los telégrafos se acomodan á todos los caprichos de la topografía, y las series de sus postes son las columnatas naturales de sus bosques de abetos, los mas lujosos salones de la poética Suiza. Habíamos entrado al territorio del canton de Unterwalden cuando descendíamos la montana de Brünig, en direccion al precioso vallecito de Lungern.

26 Y Saúl iba por un lado del monte, y David con los suyos por el otro lado del monte; y David se daba prisa para ir delante de Saúl; mas Saúl y los suyos habían encerrado a David y a los suyos para tomarlos. 27 Entonces vino un mensajero a Saúl, diciendo: Ven luego, porque los filisteos han entrado con ímpetu en la tierra.

Entonces fué cuando pidió á su primo que le enviara de médico á las minas, y, empaquetando los libros que constituían su única fortuna, salió de aquella casa lo mismo que había entrado. ¡Ay, lo mismo no!