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Actualizado: 22 de junio de 2025


Certifico con verdad que en veinte y cinco de febrero deste año de seiscientos y quince, habiendo ido el ilustrísimo señor don Bernardo de Sandoval y Rojas, cardenal arzobispo de Toledo, mi señor, a pagar la visita que a Su Ilustrísima hizo el embajador de Francia, que vino a tratar cosas tocantes a los casamientos de sus príncipes y los de España, muchos caballeros franceses, de los que vinieron acompañando al embajador, tan corteses como entendidos y amigos de buenas letras, se llegaron a y a otros capellanes del cardenal mi señor, deseosos de saber qué libros de ingenio andaban más validos; y, tocando acaso en éste que yo estaba censurando, apenas oyeron el nombre de Miguel de Cervantes, cuando se comenzaron a hacer lenguas, encareciendo la estimación en que, así en Francia como en los reinos sus confinantes, se tenían sus obras: la Galatea, que alguno dellos tiene casi de memoria la primera parte désta, y las Novelas.

Estaban los Griegos tan envidiosos y soberbios, que con rabia y furor increíble, aunque con algun secreto, andaban maquinando traiciones y alevosias; con lengua y manos solicitaban á Miguel ya mal afecto contra nosotros, encareciendo la gran reputacion de las armas de los Catalanes, y que ocupaban los supremos cargos de su Imperio, en grande mengua de su Magestad, y deshonor suyo.

Nos fijamos con más insistencia en el cuadro que teniamos delante; volvimos los ojos al espectador, y notamos de nuevo que no dejaba de hacer muecas y contorsiones, como encareciendo la excelencia de la pintura. En esto nos miró, y nosotros le miramos tambien, en señal de decirle: «¿que ves en ese cuadro? ¿Qué prodigio es ese

Contra todos estos abusos disertó con vehemencia, o más bien lanzó centellas y rayos, discurriendo más por extenso sobre el lujo femenino y encareciendo los males que de él proceden.

Alcanzaron la carretera y rodó el armatoste sobre una superficie más igual. Nucha reanudó el diálogo preguntando a su marido pormenores relativos a los Pazos, conversación a que él se prestaba gustoso, ponderando hiperbólicamente la hermosura y salubridad del país, encareciendo la antigüedad del caserón y alabando la vida cómoda e independiente que allí se hacía.

No es fácil cogerle, y er que se la hase se la paga. El picador intervino antes de que hablase su maestro. Plumitas, no seas bruto. Aquí estás entre camarás, mientras te portes bien y haiga desensia. Y súbitamente tranquilizado, el bandido habló de su jaca al picador, encareciendo sus méritos.

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