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Actualizado: 6 de junio de 2025
Acaso llegue la gloria para los artistas... pero después de muertos. Es una burla demasiado cruenta del Destino. ¡Copa de verde y ponzoñoso licor, donde la sirena del genio supo cantar para Verlaine! ¡Acaso en el fondo del vaso esté el dulce talismán que encanta la vida! Embriagaos de amor, de virtud o de vino.
Como en España no se viaja por buscar ciudades, fábricas y campiñas de estilo moderno, sino por estudiar un país de condiciones especialísimas, Toledo encanta al viajero que la visita, apesar do las detestables incomodidades que hacen allí desagradable la vida. Perdido en un laberinto de callejuelas y vericuetos, aunque llevaba un guia, vagué durante dos horas buscando alojamiento en la ciudad.
Aun prescindiendo del germen íntimo de estas poesías, nos encanta además la pompa que observamos en la exposición de sus partes. Quizás en ningunas otras obras suyas han concentrado los poetas españoles tanta riqueza poética ni dominádola tan profundamente.
La moralidad del acto propiamente dicha, consiste en la conformidad explícita ó implícita de la voluntad criada con la voluntad divina; y esa perfeccion misteriosa que descubrimos en los actos morales, esa hermosura que nos encanta y atrae, no es otra cosa que la conformidad con la voluntad divina; el carácter absoluto que encontramos en la moralidad, es el amor explícito ó implícito de Dios; y por consiguiente un reflejo de la santidad infinita, ó del amor con que Dios se ama á sí mismo.
Sí, señor. ¿En litera? Sí, señor. ¿Por dónde va? Por aquella calleja se ha metido. Don Rodrigo tira adelante y yo detrás de él; henos aquí metidos en una aventura. Llovía... Aventura completa. Estaba obscuro. Mejor aventura. Paró la litera, y salió la dama. ¿Entróse dónde? Siguió adelante. ¡Con lluvia y de noche, tapada y sola! Sigue, hijo, sigue. Cantas que encanta.
En mi provincia hay un sibaritismo rústico que encanta. Bien sabe mi paisana estimar, buscar y servir en su mesa las mejores frutas, empezando por la que se cría en su heredad, mil veces más grata al paladar y más lisonjera para el amor propio que la tan celebrada del cercado ajeno.
De uno á otro árbol, la plumaria enreda su espiral muy parecida á las tijeretas de las viñas y los hace corresponder entre sí por medio de sus finos y ligeros ramajes, matizados de brillantes reflejos. Este espectáculo encanta, turba la imaginación: es un vértigo y como un sueño.
D. Juan se ve obligado á ocultarse, y D. Enrique entra en la casa en compañía de sus hermanos. El ingenio y la gracia de la joven dama encanta á sus visitadores, quienes le hacen ricos presentes.
La variada primavera ofrece De sus varias colores la abundancia, Con que á la vista el gusto alegre crece. La prodigalidad, la exorbitancia Campean juntas por el verde prado Con galas que descubren su ignorancia. Una doncella ví desde la planta Del pie hasta la cabeza asi adornada, Que el verla admira, y el oirla encanta.
Si nos admira en este drama el desarrollo de la fábula, por el ingenio delicado de su autor, no nos encanta menos su argumento principal por los caracteres de Don Carlos y de Leonor, trazados con tanta fuerza como gracia: el del uno, de nobles y magnánimos pensamientos, y arrastrado, no obstante, por esas mismas cualidades á concebir sospechas injustas, y el de Leonor, por su dulzura y por su afecto constante á aquél, que tanto la ofende.
Palabra del Dia
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