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Actualizado: 29 de mayo de 2025


¡Por lo pronto, contestó el barón de Morel arrancándose el parche que por tanto tiempo cubriera su ojo izquierdo, creo haber cumplido mi voto dando muerte en leal combate á uno de los más pujantes y famosos caballeros enemigos! Y ahora ¡á morir matando! Lo mismo digo, asintió tranquilamente Oliver de Butrón, enarbolando pesada maza.

Facundo era uno de estos reos; no bien se vió desembarazado de las prisiones, cuando enarbolando el macho de los grillos, abre el cráneo al español mismo que se los había quitado, hiende por entre el grupo de los amotinados y deja una ancha calle sembrada de cadáveres en el espacio que ha querido recorrer.

Dónde y cómo los sorprendió, si fué en Viseo, de noche, derribando las puertas de su posada, no queda bien averiguado; lo cierto es que á los pocos días volvió á entrar en Salamanca, animosa y terrible, al frente de su comitiva, enarbolando en las puntas de las picas las cabezas de los dos Manzanos; y á guisa de ofrenda expiatoria, más digna del altar de las Euménides que de una tumba cristiana, las hizo rodar sobre las recientes losas que en la iglesia de San Francisco, ó en la de Santo Tomé, cubrían los restos de sus hijos.

Encerrados en la cárcel los dos monederos, con tanta prisa se llevó la causa, que el miércoles 16 de Abril los reos estaban ya condenados; pero cuando fueron á leerles la sentencia, Juan Ruiz protestó iracundo y produjo el mayor alboroto, y Troncoso enarbolando una silla, trató de estrellarla en la cabeza del escribano, y como no pudiera hacerlo, subió á una baranda próxima y por ella se hubiera arrojado á no sujetarle á tiempo el cura de San Vicente y dos franciscanos que habían venido para auxiliar á los condenados.

Después de esto, acudieron á unirse á los amotinados de la Feria gente de otros barrios que corrieron la ciudad enarbolando un antiguo estandarte que en tiempo de Alfonso X se había tomado á los moros en una batalla, y que custodiábase en el templo de Omnium Sanctorum, el cual estandarte era de tela verde, de donde vino á tomar aquella asonada el nombre de la del Pendón Verde.

Pero toda idea de reconciliación había desaparecido de la mente del doncel, que acudió rápido en auxilio de la joven y enarbolando su grueso bastón gritó: ¡Á podréis decirme lo que queráis, pero hermano ó no, juro por la salvación de mi alma que os mato como un perro si no respetáis á esta dama! ¡Soltad, ú os parto el brazo!

Palabra del Dia

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