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Actualizado: 2 de junio de 2025


El hombre debe buscar la conciencia de su grandeza en empresas más serias que los amores, los desafíos y las apuestas. La suerte le había eximido de la dura ley del trabajo dándole la riqueza, pero no por esto debía prescindir de marcar su tránsito por la vida con una actividad cualquiera, como lo habían hecho miles de predecesores, como seguirían haciéndolo millones de descendientes.

El individuo ó la colectividad que acomete grandes empresas y que tiene elevados propósitos y miras, no puede menos de tener también el inevitable orgullo ó sea la creencia de que es capaz de dar cima á aquellas empresas y de realizar aquellos propósitos, claro está que contando siempre con el auxilio divino, lo cual será muy piadoso, pero, francamente y en realidad, no es humilde.

El espíritu es fuerte y lo sufre todo; pero nuestro cuerpo es débil, y el espíritu que encerrado en él acomete empresas inhumanas, superiores a las fuerzas del cuerpo, acaba por matarle. Allá en su mocedad, cuando estaba sano y robusto, el Padre había hecho grandes penitencias y había sido duro y terrible con su pobre cuerpo.

Que si Rocafort viviera cuando los nuestros ocuparon los Estados de Athenas, y Neopatria, tengo por sin duda que no llamaran al rey de Sicilia sino que le recibieran por su príncipe y señor; pues se pudiera hacer con muy justo titulo, habiendo sido Rocafort su general tantos años en tiempos de trabajos, y debajo de cuyo mando, y govierno habian alcanzado tantas victorias, y dado glorioso fin á tan señaladas empresas.

Así lo quiere la divina voluntad, de la que es reflejo este querer mío, que os parece brutalidad caprichosa, porque no entendéis, no, de las grandes empresas del espíritu, pobres ciegos, pobres locos... Don Salvador, por la Virgen, no se enfade usted. Yo no soy mala... Máximo es bueno... Usted lo sabe... los tíos lo saben... ¡Que no debí venir aquí sola...! Bueno... Volveré a casa.

Quizás no se encuentre en la historia de ninguna nación siglo alguno comparable por sus hazañas y gigantescos esfuerzos con el que acababa de finalizar en España: una serie no interrumpida de gloriosos hechos la había llevado á la cúspide del poder y de la fama; elevábanse sus trofeos imperecederos en las tres partes del mundo; Nápoles y Milán, las costas africanas y el archipiélago griego, y hasta el asiento de los enemigos de la cristiandad, que habían recibido los golpes más mortales de sus armas, reconocían ya su superioridad, y allende el Océano había sometido países vastísimos, acometiendo empresas audaces, sin ejemplo en la historia.

Recordaba con antipatía su existencia de burgués allá en Barcelona, antes de adquirir el vapor. El era un hombre de acción, y sólo podía vivir ocupado en empresas arriesgadas. Iba á aburrirse en tierra, y al mismo tiempo se consideraría disminuído, exonerado, lo mismo que el que desciende á una situación inferior en un país de jerarquías.

Hasta el dinero de las empresas de descubierta fue dinero popular. Los reyes sólo dieron subsidios para los primeros viajes. Luego, la iniciativa privada se lanzó a los descubrimientos por mar y por tierra, y en menos de un siglo dejó contorneado y explorado medio mundo.

El negocio no daba producto todavía, ¡pero más adelante!... Fortalecíase su fe con el ejemplo de empresas salidas de la nada en esta tierra de milagros, que habían llegado a realizar las más fabulosas ganancias.

Así pues, la Francia que en tiempo de Cárlos VIII habia rechazado á los arquitectos ultramontanos que en su comitiva llevaba aquel rey de vuelta de sus descabelladas empresas bélicas, sin tomar de ellos mas que tal cual mascaron ó tal cual capitel antiguo, recibió con los brazos abiertos á los artistas que le dieron Luis XII y Francisco I, y bajo los reinados de los últimos Valois y de los primeros príncipes de la línea Robertina hasta Luis XIV, en que se inauguró una nueva era para la arquitectura francesa, no cesó de enviar á Italia sus mas privilegiados genios para que se educasen en los principios que con tanto éxito habian establecido en Nápoles, Florencia y Roma, los Masuccios, los Brunelleschis y los Bramantes.

Palabra del Dia

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