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En sus aguas y en sus ríos tiene una fuente de riqueza.... ¿Cuántas fábricas tiene ahora? Una.... Pues de aquí a veinte años ¡ya verán ustedes!... Sería oportuno adquirir terrenos en Pluviosilla, particularmente cerca de los ríos.... Dentro de pocos años han de valer el doble de lo que ahora cuesten. Pluviosilla será, no hay que dudarlo, la primera ciudad fabril del Estado y de la República....

Me tiene usted dadas muchas pruebas de generosidad y sólo puedo mostrarme digno de ellas resignándome. Puede usted imaginar lo que este esfuerzo debe costarme. ¿De modo que se marcha usted seguramente? interrogó Magdalena que quería dudarlo aún. Mañana mismo. Adiós.

Que esto sea asi, ninguno ó muy pocos podrán dudarlo, y por ello repetir conviene, que el lejislador que lejisla para cualquier estado, debe no perder de vista sus hábitos y costumbres, y respetar, en cuanto dable sea en las mudanzas que intente, las instituciones que existan; pues partiendo de tales principios, es muy probable produzcan sus reformas los efectos deseados.

Al formularse esta palabra en su cerebro, el corazón le dio un vuelco sin saber por qué. Sintió vagamente que había chocado con algo donde asirse y quedó sumido nuevamente en profunda meditación. No hay que dudarlo. Lo que la ciencia puede darme son las relaciones de las cosas bajo el imperio del tiempo y el espacio. Jamás me dirá su esencia.

Sería, sin duda, el mejor medio de excitar la sensibilidad latente que, no quería dudarlo, debía haber en él. Con el espíritu lleno de estas ideas, se dirigió al cuarto de su padre; pero, cuando estuvo a su lado, todas sus preocupaciones desaparecieron ante el sentimiento, punzante como un dolor físico, de su impotencia para cuidar al querido enfermo.

Retiróse la moza cabizbaja y mohína, como quien acaba de sufrir pesado chasco. Julián, por su parte, quedó tembloroso, agitado, descontento de mismo, cual suelen los pacíficos cuando ceden a un arrebato de ira: hasta sentía dolor físico, en el epigastrio. A no dudarlo, se había excedido; debió dirigir a aquella mujer una exhortación fervorosa, en vez de palabras de menosprecio.

No se me ocurre ni una palabra de consejo que darle. Mejor que yo sabe usted qué azar se corre en este partido... El que usted tome será el único razonable: la estima que yo le doy y la amistad que usted me profesa no permiten dudarlo. Me separé de ella desconcertado y renuncié, desde luego, a ciertos extremos que nos separarían para siempre cuando ninguno de los dos lo deseaba.

Y empezando por dudarlo mucho, acabó por enjaretar este documento, precioso por su espontaneidad: «Señor don Fulano de Tal. »Madrid.

Es usted un amable joven y si ella le volviese á ver, ¡sabe Dios lo que podría suceder á esta niña, de corazón tan sencillo y tan puro!... Pero, señorita, mi tutor tiene por una intensa afección y estoy seguro de que conseguiría vencer sus prevenciones.... ¿Usted lo cree? ¿Es usted un hombre honrado? ¿Y puede usted dudarlo?

No puedo ocultarme por más tiempo que hay en ella un principio de desorden que ya está produciendo notables desequilibrios, el cual desorden se halla sostenido, á no dudarlo, por un predominio nocivo del pensamiento sobre las otras facultades interiores. ¡Y cuán cierto es que el cultivo exclusivo del pensamiento conduce al orgullo!