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Actualizado: 26 de junio de 2025


Nadie desprende con más cuidado el fruto y lo coloca con delicadeza en su delantal, ni distingue con más fina perspicacia la reineta del repínaldo, el balsaín de la balvona, ni sabe cantar mientras trabaja coplas más divertidas, ni retoza con tanta gracia, ni ríe de mejor gana, ni muestra al reir unos labios más rojos, unos dientes más blancos.

Y tal fue en efecto el resultado inmediato de aquella conferencia donde, con mejor deseo que diplomacia, había intentado Julián presentar la candidatura de Nucha. Desde entonces el primo gastó con ella bastantes bromas, algunas más pesadas que divertidas.

Muchas veces sus personajes, que pertenecen á la clase más elevada de la sociedad, se ven contrapuestos á los de las más bajas de la misma, resultando, del contraste que forman las costumbres cortesanas con las rústicas ó populares, situaciones divertidas con extremo, que el poeta aprovecha para su objeto con su ordinario ingenio, formando las delicias del público.

Para éstos se reservan todas las atenciones, todos los agasajos, todas las demostraciones de afecto. ¿Ves ese hombre gordo?, dice un marido á su mujer: tiene que ir á La Maya. ¡Ay, el pobre!, exclama con tono doliente la señora. Por lo demás, las primeras horas del viaje son bastantes divertidas, sobre todo para los coleccionistas de armas de fuego.

Las tres infelices están que da lástima verlas de marchitas y acongojadas, y de seguro preferirían la peor vida del mundo a la que ahora llevan, aguantando con gusto palos de marido o rigores de abadesa, con tal de abandonar las sombrías mazmorras de mi casa. No ven a otros hombres que a y a D. Paco. ¿Te parece que estarán divertidas? ¿Usted sale por las noches de su casa?

Con más gusto se detiene nuestro poeta en las equivocaciones, á que da origen la semejanza de esta doncella con su hermano, y se funda en este motivo para trazar algunas escenas divertidas, aprovechándose no sólo de la novela de Bandello, sino también de algunas indicaciones, que le ofrecían los Menechmos de Plauto.

El doctor y Petrov callaban; Pomerantzev se divertía en hundir los pies entre las hojas secas, y miraba a cada instante atrás, para ver si quedaban huellas. Charlaba acerca del otoño en Crimea, aunque él no había estado allí nunca; acerca de la caza, que no conocía, y acerca de otras muchas cosas incoherentes, pero divertidas y no desprovistas de interés. ¡Sentémonos! propuso el doctor.

Palabra del Dia

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