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Actualizado: 18 de septiembre de 2025
Veinte veces añudaba ci hilo de razones que interrumpian sus gemidos; hacíale preguntas acerca del acaso que los habia reunido, y no daba lugar á que respondiese con preguntas nuevas; empezaba á contar sus desventuras, y queria saber las de Zadig.
Sin dificultad probó Cador que pertenecian estas armas á Zadig, el qual por consentimiento unánime fué alzado por rey, con sumo beneplácito de Astarte, que despues de tantas desventuras disfrutaba la satisfaccion de contemplar á su amante digno de ser su esposo á vista del universo. Fuése Itobad á su casa á que le llamaran Su Excelencia.
Y lo mismo para volar que para amar es requisito indispensable cierto grado de robustez en las alas. El origen de nuestras desventuras en la vida está en que la sensibilidad es más precoz que el entendimiento. Lo que más falta nos hace es precisamente lo último en formarse.
A lo que respondió don Quijote: -Caballero soy, y de la profesión que decís; y, aunque en mi alma tienen su propio asiento las tristezas, las desgracias y las desventuras, no por eso se ha ahuyentado della la compasión que tengo de las ajenas desdichas.
Les fué imposible entregar á la deshonra de una almoneda aquellos monumentos hereditarios, testigos de tantas grandezas y desventuras tantas.
Pueden las desventuras de la vida caer sobre esa niña, me decía; encontrará con quien hablar. Fue a la salida de Consuelo cuando nos dimos cuenta del sitio en que nos encontrábamos y de su estupenda belleza. Nuestro albergue nocturno estaba situado en la cúspide de la primer cadena montañosa que hay que atravesar para llegar a Bogotá.
La casilla, en opinión de don Paco, tenía que estar desierta. ¿Quién había encendido luz y estaba en la casilla? ¿Sería el alma en pena del viejo guarda, que tenía fama de haber sido más que travieso en sus mocedades y hasta bandolero acogido a indulto? Don Paco se armó de valor y se dirigió a averiguarlo, contento de tropezar con una aventura que de sus desventuras le distrajese.
Una señora enlutada salió entonces de la vecina hospedería, atravesó lentamente el prado y subió las escaleras que llevan al santuario. Era una mujer alta, joven aún, que parecía agobiada por el peso de una de esas inmensas desventuras que inclinan el cuerpo a la tierra, como buscando en ella el consuelo y la paz.
Sobre la muerte de un amigo, sobre la ruina de la patria, sobre los suplicios y trabajos de un apóstol, está bien escribir elegías. Pero desventuras son, y no menores, que se le pudran las narices al Dr.
Así pues, vino en lo que doña Guiomar quería sin quererlo, más por miramiento a su recato que por voluntad, y habiendo ella llamado a Florela, él se fue con ella, dejando a doña Guiomar confusa y sobresaltada con aquella aventura, que tan sin esperarlo ella la había llevado la ventura de sus amores, o tal vez el principio de otras más grandes y más dolorosas desventuras.
Palabra del Dia
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