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Actualizado: 21 de junio de 2025
Margarita, considerando el amor que se iba para siempre, las esperanzas desvanecidas, el porvenir iluminado por la satisfacción de un deber cumplido, pero monótono y doloroso, murmuró igualmente: ¿Y yo?... ¡Qué será de mí!... Desnoyers pareció reanimarse, como si hubiese encontrado de pronto una solución. Escucha, Margarita: yo leo en tu alma. Amas á ese hombre, y haces bien.
España ha sido grande y estuvo en camino de ser la primera nación del mundo por méritos sólidos y positivos que no hubiesen podido quebrantar los azares de la guerra y la política. Pero esto fue antes de esos siglos que usted ensalza, antes de los monarcas extranjeros; en la Edad Media, que hacía presagiar muchas esperanzas, desvanecidas después al consolidarse la unidad nacional.
Desgraciadamente para mí, el señor de X., que debía divertirnos tanto, gran conocedor de convites, había tenido la habilidad de ponerse malo aquella mañana; el famoso T. se hallaba oportunamente comprometido para otro convite; y la señorita que tan bien había de cantar y tocar, estaba ronca, en tal disposición, que se asombraba ella misma de que se le entendiera una sola palabra, y tenía un panadizo en un dedo. ¡Cuántas esperanzas desvanecidas!
Efectivamente, quedábanse las otras medio desvanecidas con el fuerte olor de agua de Colonia o de los siete ladrones, que el pañuelo tenía. Por un momento, la admiración las hacía enmudecer; pero poco a poco íbanse reponiendo, y Eulalia, cuyo orgullo rara vez se daba por vencido, sacaba un tornillo dorado sin cabeza, o un pedazo de talco, con el cual decía que iba a hacer un espejo.
Antes de sufrir tanto oprobio y tan honda caída, desvanecidas ya todas las esperanzas de paz honrosa, declaremos la guerra á los Estados Unidos, hagámosla con valor, y aunque nuestro triunfo definitivo parezca milagro, confiemos y creamos en que la era de los milagros no pasó todavía.
Y así pasan años como eternidades, y así se forman almas y caracteres que son verdaderos abismos de disimulo, verdaderos infiernos de pasión reconcentrada, ó verdaderos eriales de ilusiones desvanecidas.
Lo importante, lo que urgía, era verse libre de esas amargas compensaciones que la sociedad ofrece a las penas vulgares. De ese modo podía absorberse en sus ideas, ver tan sólo lo pasado, evocar constantemente el recuerdo de sus desvanecidas esperanzas y sus marchitas ilusiones, irritando sin cesar su herida para no dejar que se cicatrizara y apresurar así la mortal curación apetecida.
Desvanecidas de esta manera mis dudas, quedábame aún que elegir un nombre muy desconocido que no fuese mío, por el cual supiese todo el mundo que era yo el que estos artículos escribía; porque esto de decir, yo soy fulano, tiene el inconveniente de ser claro, entenderlo todo el mundo y tener visos de pedante; y aunque uno lo sea, bueno es, y muy bueno, no parecerlo.
Pero, en cambio, en la escuela del nuevo tráfico de su marido; con lo que allí observó; con lo que fue aprendiendo, con este indicio y aquella declaración terminante, sobre la índole de ciertos apuros y las causas productoras de ciertas necesidades en determinadas personas y jerarquías, ¡cómo le engordaron en el meollo las nunca desvanecidas ideas que tenía de las gentes de Madrid!
En medio de esta dulce vida de esperanzas, y pequeñas inquietudes desvanecidas por una amabilidad, o por las distracciones de una existencia tan nueva para mi, llegamos al fin de Septiembre. Y entonces mi tío, con el aspecto fúnebre de un hombre que va al cadalso, se preparó a llevarnos a las tertulias anunciadas por el señor de Couprat.
Palabra del Dia
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