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En estas situaciones Lorenzo arribaba al convencimiento de ser víctima de un mal incurable, a cuyo lento trabajo de destrucción debía asistir resignadamente «hasta que me llegue la hora de morir del todo», pensaba.

Agotadas muy pronto las flechas de los arqueros, lucharon desesperadamente con espadas, picas, hachas y mazas, aprovechando todas las ventajas de su posición. Por fortuna, el combate cuerpo á cuerpo impidió á los honderos castellanos continuar su obra de destrucción.

11 Vendrá, pues, sobre ti mal, cuyo nacimiento no sabrás; caerá sobre ti quebrantamiento, el cual no podrás remediar; y vendrá de repente sobre ti destrucción, la cual no conocerás. 12 Estate ahora en tus adivinanzas, y en la multitud de tus agüeros, en los cuales te fatigaste desde tu niñez; quizá podrás mejorarte, quizá te fortificarás.

Surgen como un elemento ciego y fatal, sin que los desanime la destrucción. Hombres y peces son sus contrarios; nada les inquieta y bogan sin cesar. Esto no debe sorprendernos, puesto que mientras navegan se aman, y cuanto más mueren, más producen y se multiplican sin detener su marcha.

Ahora disponen de más soldados que nunca, de prodigiosas herramientas de destrucción, y sin embargo se mantienen en forzado quietismo, armados hasta los dientes.

Allí tenía almacenados todos los datos estadísticos sobre el costo de la alimentación del gigante. Leerlos equivalía á apoyar al gobierno, que solicitaba precisamente la destrucción del coloso por razones económicas.

Y ahora la he hecho venir, y será para destrucción de ciudades fuertes en montones de ruinas. 30 Y lo que hubiere escapado, lo que habrá quedado de la casa de Judá, volverá a echar raíz abajo, y hará fruto arriba. 31 Porque saldrán de Jerusalén remanente, y salvación del monte de Sion; el celo del SE

2 Y se quitó el rey su anillo que había vuelto a tomar de Amán, y lo dio a Mardoqueo. Y Ester puso a Mardoqueo sobre la casa de Amán. 6 Porque ¿cómo podré yo ver el mal que alcanzará a mi pueblo? ¿Cómo podré yo ver la destrucción de mi nación?

Su amor había sido despreciado, sus ruegos desoídos, su fe ofendida; la obra de destrucción había continuado más activa que antes, y ella, que había querido impedirla, se consideraba su cómplice. Entonces había reconocido, demasiado tarde, que el camino en que avanzaba debía tener fatalmente una sola salida: persuadida de que su engaño no merecía perdón, había pensado en la muerte.

Después de la muerte de los antiguos dioses y la destrucción de sus templos, los pueblos cristianos continuaron en muchas partes venerando el agua de los manantiales: así en el nacimiento del Cefiso en Beocia, se ve una al lado de otra, las ruinas de dos ninfeos griegos con sus elegantes columnas y la pesada arquitectura de una capilla de la Edad Media.