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Actualizado: 21 de septiembre de 2025
Cuando llegó a narrarle ciertos odiosos y terribles pormenores, el conde principió a dar vueltas por la estancia como fiera enjaulada, a mesarse los cabellos, a arañarse la cara, lanzando rugidos de coraje. Al quedarse solo, mil ideas, todas desatinadas, se le atropellaron en la mente.
El único que protestaba en la casa, revolviéndose furioso contra las desatinadas innovaciones, era don Eugenio. El veterano del comercio escandalizábase, y había que oírle las pocas veces que conseguía entablar conversación con el dueño de la tienda, siempre atareado, viviendo en su casa como en una fonda.
Cuando se deja arrastrar de esa inclinación, sólo engendra monstruos que recuerdan los sueños de un calenturiento, y las excentricidades más desatinadas en sus creaciones, faltando á la naturalidad y mostrándose alambicado y sutil en el trazado de los caracteres y en la expresión de los afectos.
Ya lo creo... indicó Jacinta con orgullo . Pero no; él es bueno ¿sí?, y quiere también a su abuelita, ¿verdad? Al retirarse, iban por la calle tan desatinadas la una como la otra. Lo dicho dicho: aquella misma noche hablarían las dos a sus respectivos maridos. Aquel día, que fue el 25, hubo gran comida, y Juanito se retiró temprano de la mesa muy fatigado y con dolor de cabeza.
Lo que pasó entre los dos, misia Gregoria no pudo averiguarlo, al punto; las voces no salieron del diapasón ordinario y hasta el oído curioso de la señora no llegó sino confuso murmullo; sus celos, exacerbardos con el misterio de esta entrevista sospechosa, le sugerían desatinadas reflexiones: sin duda, el tal emisario se vendría con muchas exigencias, cuando el otro seguía tieso que tieso; cuestión de dinero todo, porque las rubias y las morenas de este jaez no entienden otro idioma. ¿A que salía ella, así, de improviso, y le ponía las peras a cuarto al calaverón de su marido y al alcahucil aquel?
Detrás de Narcisa se arrastraba Andrés «a cuatro patas», sobre un charco de vino hediondo, luchando por levantarse, en un pataleo intercalado de blasfemias y amenazas. Después llegaba Julio, amortajado, andando sin pasos ni ruidos, como un ánima en pena; abría desmesuradamente los ojos, con expresión satánica, y lanzaba unas desatinadas imploraciones.
Palabra del Dia
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