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En este país... esta es la frase que todos repetimos a porfía, frase que sirve de clave para toda clase de explicaciones, cualquiera que sea la cosa que a nuestros ojos choque en mal sentido. ¿Qué quiere usted? decimos ¡en este país!

Pero en aquel caso la buena reina estaba martirizada por la cruel y egoísta aristocracia, de donde venía que simpatizase en principio con el vulgo, con el populacho, con los descamisados; y decimos en principio, porque ninguna idea del mundo, unida a todo el despecho de su corazón, le hubiera hecho tolerar la grosería y suciedad de las personas bajas.

El pobre duque estaba tan acosado por todas partes de recelos, tan asustado por avisos; y era tan grave lo que acerca de la reina le había dicho Francisco Martínez Montiño, que su cabeza se había convertido, como decimos los españoles, en una olla de grillos.

El que fuera digno de gozar el singular privilegio de ser mirado por ella, habría advertido en sus ojos la inalterable fijeza, la expresión glacial, que son el primer distintivo de los ojos de un santo de palo. Pero había momentos, y de esto sólo el autor de este libro puede ser testigo; había momentos, decimos, en que las pupilas de la santa irradiaban una luz y un calor extraordinarios.

¡Una vuelta! ¡vive Dios exclamó don Bernardino , que este hidalgo debe de ser de Andalucía! Una vuelta de cintarazos añadió el alférez. Pues á verlo exclamó don Bernardino avanzando ciego de furor hacia Juan Montiño. Al primer testarazo de éste y decimos testarazo, porque no encontramos otra frase mejor , la linterna de don Bernardino cayó al suelo, se rompió y se apagó.

Cada punto de él tiene lo que se llama sus antípodas, es decir, un lugar en que lo alto y lo bajo se encuentran precisamente en sentido opuesto de lo alto y de lo bajo en el primer punto. ¿Cómo es posible, nos decimos, que las personas situadas en nuestros antípodas puedan mantenerse con las pies para arriba y la cabeza para abajo? Las verticales concurren en el interior de la Tierra.

Aquí, la maestra del partido, mujer alta y morena, de pocas y dificultosas palabras, que solía oír a las operarias con seria indiferencia, intervino. A tratar cada uno de lo que importa... y a liar cigarritos.... No decimos cosa mala... alegó Amparo.

Así sucede cuando decimos: «comprendo perfectamente lo que V. piensa, lo que quiere, lo que intenta expresar

El tribunal es sin disputa uno de los mejores de Filipinas, y no decimos el mejor, porque no conocemos todos los de las islas. Tiene espaciosos salones, magnífico decorado y ricos muebles. En uno de los ángulos del tribunal está la estación telegráfica. La iglesia mide 113 varas y 2 palmos de longitud, siendo de 53 con 9 pulgadas de latitud de su crucero.

Bueno, entonces, papá, vos no trabajaréis en el jardín hasta que sea muy fácil dijo Eppie , y vos y yo nos pondremos a trazar los canteros y hacer agujeros y a poner plantas en ellos. Las Canteras se volverán un sitio mucho más alegre cuando tengamos algunas flores, porque a se me ocurre que las flores pueden vernos y comprender lo que decimos.