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Actualizado: 20 de junio de 2025


Hallóse don Quijote al entrar del oidor y de la doncella, y, así como le vio, dijo: -Seguramente puede vuestra merced entrar y espaciarse en este castillo, que, aunque es estrecho y mal acomodado, no hay estrecheza ni incomodidad en el mundo que no lugar a las armas y a las letras, y más si las armas y letras traen por guía y adalid a la fermosura, como la traen las letras de vuestra merced en esta fermosa doncella, a quien deben no sólo abrirse y manifestarse los castillos, sino apartarse los riscos, y devidirse y abajarse las montañas, para dalle acogida.

El ventero, que por fuerza había de favorecer a los de su oficio, acudió luego a dalle favor. La ventera, que vio de nuevo a su marido en pendencias, de nuevo alzó la voz, cuyo tenor le llevaron luego Maritornes y su hija, pidiendo favor al cielo y a los que allí estaban.

Gana me da, si pudiera dijo la Mulata , de dalle mil besos. En país está dijo don Cleofás , que tendrá el original bastante mercadería de eso; que esta ceremonia dejó Judas sembrada en aquellos países . ¡Oh, cómo me pesa dijo la Rufina que va anocheciendo, y encubriéndose el concurso de la calle Mayor!

Pero no me negarás, Sancho, una cosa: cuando llegaste junto a ella, ¿no sentiste un olor sabeo, una fragancia aromática, y un no qué de bueno, que yo no acierto a dalle nombre? Digo, ¿un tuho o tufo como si estuvieras en la tienda de algún curioso guantero?

Creyóle Anselmo, y para dalle comodidad más segura y menos sobresaltada, determinó de hacer ausencia de su casa por ocho días, yéndose a la de un amigo suyo, que estaba en una aldea, no lejos de la ciudad, con el cual amigo concertó que le enviase a llamar con muchas veras, para tener ocasión con Camila de su partida.

Pero, con todo, alababa en su autor aquel acabar su libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y muchas veces le vino deseo de tomar la pluma y dalle fin al pie de la letra, como allí se promete; y sin duda alguna lo hiciera, y aun saliera con ello, si otros mayores y continuos pensamientos no se lo estorbaran.

Vuestra es la culpa, señor, que me habéis rebajado a la par de la servidumbre. El mayorazgo, los honores, las caricias, todo es poco para Gonzalo. Precisáis, además, cubrille de joyas, como a un santo milagroso, dalle todo lo bueno; el mejor caballo, la espada más rica, y gastar en sus galas más de lo que podéis. ¡Oste!

En el cercado inmediato estaba el solariego con el traje basto y las abarcas de tarugos, segando a más y mejor un retoño que parecía terciopelo salpicado de brillantes; y detrás de él iba otro segador que por más que menudeaba las «cambadas» en»«la faja de prado que le correspondía, no lograba picarle las almadreñas. Con tal empuje y tal soltura «tiraba» el dalle el solariego.

Y, siendo forzoso que los que fueren se han de ir a hincar de finojos ante su presencia, y decir que van de parte de vuestra merced a dalle la obediencia, ¿cómo se pueden encubrir los pensamientos de entrambos? ¡Oh, qué necio y qué simple que eres! -dijo don Quijote-. ¿ no ves, Sancho, que eso todo redunda en su mayor ensalzamiento?

Y estando ansí quieto desta guerra que sobre él venia, llegaron á él dos mensajeros que le inviaba Uscovilca, por los cuales le inviaba á decir que la diese obediencia, como á Señor que era, donde , que se aparejase, quel le iba á hacer guerra, é que pensaba dalle batalla é sujetalle; que le hacia saber quél quedaba en Vilcacunga, que es siete leguas de la ciudad del Cuzco, y que seria bien breve con él.

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