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Actualizado: 3 de junio de 2025
Los almacenes, vacíos y sonoros como naves de catedral, exhalaban aún los fuertes olores de los géneros que habían guardado en tiempo de paz: vainilla, canela, rollos de cuero, nitratos y fosfatos para abonos químicos. No vió en toda la calle mas que un hombre que venía hacia él dando la espalda á la dársena.
La dársena y los muelles son obras estimables, la abundancia de tiendas y almacenes es considerable, el movimiento comercial y marítimo reina en todas partes, y en la bahía se balancean numerosos buques de vela y vapores con banderas de todas las naciones principales.
Atravesó Mare nostrum el antepuerto, la dársena de la Joliette, la del Lazareto, deslizándose lentamente por los pasos de comunicación, entre grupos de transeúntes y de carros que esperaban el restablecimiento de los puentes giratorios de acero abiertos ante su proa. Luego fué á anclarse en la dársena de Arenc, cerca de los docks.
La mayor parte de nuestros productos mineros se exportarán por él, porque la dársena de Sarrió es muy chica y no hay posibilidad de darle más amplitud.
En la boca, cerca de los fuertes venerables de San Juan y San Nicolás, el transbordador levantaba sus dos pilastras de celosía de acero y el puente recto que las une, formando una portada triunfal. Los barcos armados que vigilaban las aguas limítrofes venían á descansar en esta dársena histórica rodeada de cafés, tiendas, almacenes, cúpulas y campanarios.
Venía el trasatlántico a acoplarse al muelle lo mismo que un vagón se junta con el andén, y los pasajeros no tenían más que avanzar por una corta rampa para verse en tierra. Llegó el Goethe hasta el desembarcadero, después de varias maniobras de los remolcadores. Un vapor italiano acababa de despegarse de aquél y se retiraba a otra dársena, luego de soltar su cargamento humano.
Pero como no sucedía así, los meses corrían y hasta los años, y Cafetera, lejos de llegar á capitalista, perdió los últimos pingajos de su vestido, ganando en cambio muchas nociones de baraja y no pocos títulos de borracho sobre el que ya tenía bien merecido. Entonces comenzó á mirar con desaliento la mezquindad de la Dársena, y la penuria de su explotación legal.
Cuando la gente del Goethe creía que el buque iba a seguir avanzando, hasta pegarse a un muelle, se detuvo en mitad de la dársena, lo mismo que los otros trasatlánticos, y sonó en su proa el estrepitoso rodar de las cadenas de anclaje. «¡Fondo!...» Quedó inmóvil la nave, e inmediatamente la rodearon los pequeños vapores que evolucionaban en torno de ella.
Palabra del Dia
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