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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Y todas las mañanas, despues de proponer en vano que hagan novillos, se marcha pretestando grandes ocupaciones, compromisos, enfermedades, precisamente en el momento mismo en que sus compañeros entran en la clase. Pero, por no se sabe qué arte de birlibirloque, Tadeo aprueba cursos, es querido de los profesores y tiene delante un hermoso porvenir.

Los apodos son, cuándo biografía sucinta, cuándo retrato en miniatura. Los dos apodos de Froilán Escobar le historiaban y le retrataban. Llevaba ya veinte años de estudiante en la Universidad, y no porque fuese inepto para aprobar los cursos, pues era de notable despejo natural. Decía: «El hombre que quiere conocer la vida es estudiante hasta que se muere.

Era costumbre de los dañadores pasar los cursos de agua llevando a cuestas al compañero. Al regreso, el camarada que pasaba a lomos prestaba igual servicio, y así la mojadura repartíase entre todos por igual. Únicamente los enfermos, los que iban a la caza convalecientes o con fiebre, estaban exentos de esta reciprocidad.

Los ríos que se arrojaban en su seno para renovarlo eran pocos y de escaso caudal. El Ródano y el Nilo parecían tristes arroyos comparados con los cursos fluviales de otros continentes que desaguan en los océanos.

En el monte sólo encontrarían algún arroyo donde beber un buche, y aun esto había que evitarlo, pues los cursos de agua eran los sitios más frecuentados por los guardas. Al volver a las Carolinas harían una cachuela, el gran plato de los cazadores, que sabía a gloria: un guiso de entrañas frescas de conejo.

Va con ellos el duque mozo de Villahermosa, don Fernando, en quien lo entendido y lo bizarro corren parejas, y don Fernando de Borja, comendador mayor de Montesa, de la cámara de su Majestad, con veinte y dos cursos de virrey, que se puede graduar de Catón Uticense y Censorino. Allí viene el Marqués de Santa Cruz, Neptuno español y mayordomo mayor de la Reina nuestra señora.

Se calma la furia del diluvio, sobre todo, después de haberse unido á otros cursos de agua venidos de otras regiones donde no ha llovido, ó por lo menos, no al mismo tiempo.

El público asistía sonriente, con mirada socarrona a aquel ojeo, que ya se había repetido porción de veces sin resultado. La única que logró tener novio durante tres o cuatro años fue Jovita. Por eso fue también la que se despeñó de más alto. El galán era un estudiante forastero que la festejó mientras seguía los últimos cursos de la carrera.

Mucho tiempo permanecí anonadado; pero súbitamente un rayo de luz iluminó mi mente. Casi todos los días acudía yo al anfiteatro de la Academia y presenciaba los cursos. Recordé que en la mañana de aquel día, se había recogido en la calle el cadáver de una joven del bajo pueblo que había sido atropellada por un tranvía. Tendría la misma edad, más o menos, que Matilde.

Y allí, en aquel aposentillo estrecho, están dos enfermos en dos camas, y se han purgado juntos, y sobre quién ha hecho más cursos , como si se hubieran de graduar en la facultad, se han levantado a matar a almohadazos.

Palabra del Dia

evocaban

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