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Actualizado: 7 de junio de 2025


Esta vez, como siempre, al órgano del Camarote le ha salido el tiro por la culataReplicaba El Joven, contrarreplicaba El Faro, citábanse párrafos de la gramática, del diccionario, de los escritores distinguidos, y al cabo nadie sabía a qué atenerse. Y las cosas quedaban como antes, aunque se hablaba a veces de remitir las cuestiones a la resolución de la Academia de la Lengua.

El viejo, con tanta solemnidad como si fuese una reliquia, sacó de detrás de la puerta la joya de la casa: una escopeta de pistón que parecía un trabuco, y cuya culata apolillada acarició devotamente. La cargaría él, que entendería mejor a aquel amigo. Las temblorosas manos se rejuvenecían. ¡Allá va pólvora! Todo un puñado. De una cuerda de esparto sacaba los tacos.

Materne hizo el disparo; mas cuando puso la culata en el suelo y miró, nada había cambiado. ¡Es curioso cómo la edad acorta la vista! dijo el cazador. ¡Usted corto de vista! exclamó Kasper ; ¡desde los Vosgos a Suiza no hay nadie que pueda hacer un blanco a doscientos metros mejor que usted! El anciano guardabosque lo sabía perfectamente; pero no quería desanimar a los demás.

Unos bultos humanos, negros y agachados en los matorrales, le hicieron llevar la diestra a la culata de la escopeta para descolgarla del hombro. Eran carboneros que apilaban leña. Al pasar Febrer junto a ellos le miraron con ojos fijos, en los que creyó notar algo extraordinario, mezcla de asombro y curiosidad. ¡Bonas tardes tenguin!

A ver quién es más valiente dijo acariciando el arma; por te prometo que no he de temblar; pero no vayas a echar el tiro por la culata: recto al corazón y me lo partes, para no sufrir más... Suspiró, guardó otra vez la alhajita y abandonó el tronco, internándose en el sauzal.

Recibió un golpe de la culata del revólver en medio del pecho y al mismo tiempo la otra mano del teniente cayó cerrada sobre su rostro. El viejo se encorvó: quería llorar, quería perecer.

Watson, que había adivinado esta intención, corrió hacia Manos Duras, dándole varios golpes en la cabeza y en el rostro con la culata de su revólver. Pero Rojas llegó también en unos cuantos saltos junto al grupo derribado. ¡Déjamelo, gringo! ordenó con voz entrecortada . A éste nadie debe matarlo mas que yo... ¡Me corresponde!

El refuerzo de la boca se alargaba en la parte superior formando una arista paralela al eje y á la determinada por dos zunchos suplementarios en los tercios, con sendas argollas. De estas piezas había con servidor ó recámara postiza y también con culata cerrada, haciéndose en el último caso el tapón á sombrerete, soldando las duelas á martillo.

Pero éste le contuvo: «Franco-tiradores disfrazados, que van á recibir su castigoLas bayonetas alemanas se hundieron en sus cuerpos. Después, una culata cayó sobre la cabeza de uno de ellos... Y los golpes se repitieron con sordo martilleo sobre las cápsulas óseas, que crujían al romperse.

Pocos momentos después, al oír la culata del fusil golpear en las losas de la cocina y que se abría la puerta exterior, la joven lanzó un grito desgarrador y precipitose fuera. ¡Gaspar!, ¡Gaspar! dijo , ya estoy tranquila, ya no lloro más; no quiero que te quedes, pero no te marches disgustado conmigo. ¡Perdóname!

Palabra del Dia

rigoleto

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