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Si el conde llegase á sospechar algo, ten por seguro que te mataría ó te haría matar. Sólo de pensarlo me estremezco. ¿No sería mejor que huyésemos, , que huyésemos á ocultar nuestra dicha y nuestro amor en cualquier rincón del mundo, á la margen de un río, en una casita rodeada de laureles y naranjosDespués de algunas dudas y vacilaciones, se resolvieron á llevarlo á cabo.

Varios niños que jugaban una tarde cerca de la referida cabaña, vieron á una mujer alta, con traje de color obscuro, acercarse á la puerta; ésta no se había abierto ni una sola vez en muchos años; pero sea que la mujer la abriera, ó que la puerta cediese á la presión de su mano, por hallarse la madera y el hierro en estado de descomposición, ó sea que se deslizara como un fantasma al través de cualquier obstáculo, lo cierto es que aquella mujer entró en la desierta y abandonada cabaña.

Como don Luis estaba acostumbrado a verla salir por las mañanas, ya a casa de su modista, ya a las tiendas donde se surtía de cuantas baratijas, chucherías y pequeñas galas necesita una muchacha rica, no imaginó hallar por este lado tropiezo a la realización de su propósito; pero, temiendo que cualquier otra eventualidad lo estorbara, al dar las ocho, se fue con el velo y los guantes puestos al cuarto del aya, y la dijo: Avíese Vd. pronto; vamos a salir.

De todo el grupo salió una carcajada espontánea que hizo volver la cabeza a los que estaban cerca. Fuentes quedó acortado un instante; pero como hombre de ingenio que era supo reponerse. Yo seré mono, Pepa, pero usted es monísima. ¡Bravo, Fuentes, bravo! exclamó Calderón, a quien, como hombre exclusivamente de debe y haber, causaba asombro cualquier frase oportuna.

¿Y cómo no me han escrito a ? No lo ; lo que hay de cierto es que tu padre no está bueno, que es un hombre, aunque no viejo, muy gastado por los achaques, y que debéis estar prevenidos para cualquier suceso desagradable.

Pero también me añadió: «si quiere». Es decir, que dejaba a mi elección tirarle o no tirarle. Tampoco se me escapó este particular. Pero supongamos que yo, en uso de mi derecho, me hubiera quedado con el clavel: ya daba al acto una significación grave, de cualquier modo que le ejecutara: callándome la boca, o explicándole.

Las pastorales, sinodales, bulas y demás entretenidas cosas que el libro traía, fueron el único remedio de su soledad triste, y lo mejor del caso es que llegó a tomar el gusto a manjar tan desabrido, y algunos párrafos se los echaba al coleto dos veces, masticando las palabras con una sonrisa, que a cualquier observador mal enterado le habría hecho creer que el tomazo era de Paul de Kock.

Los autores dramáticos lo mismo que las comidas, los ferrocarriles lo mismo que las industrias menudas, todo le parecía de una inferioridad lamentable. Solía decir que aquí los tenderos no saben envolver en un papel una libra de cualquier cosa. «Compra usted algo, y después que le miden mal y le cobran caro, el envoltorio de papel que le dan a usted se le deshace por el camino.

Con ella nació, como nace con el poeta la inspiración, aquella facultad de sus ojos para ver siempre lo más bello, sorprender lo armonioso y elegir siempre de un modo magistral, así como la destreza de sus manos para colocar sobre misma cualquier adorno.

Traigamos á Paris cualquier cosa, una fruslería cualquiera, de España, de Italia, de Inglaterra, de Rusia, de Turquía, del Mogol; démosla á un francés, dejemos que el francés la lleve á su casa; que allí la componga, que la aliñe, que la lave la cara con su palaustre, y es bien seguro que la fruslería extranjera será en Paris una especie de mágia.