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Actualizado: 16 de junio de 2025
Hay tiempo. Mi automóvil nos llevará en un instante. De pronto, una conmoción en todo el hotel: repiqueteo de timbres, alaridos de sorpresa de la doncella antipática, choque de puertas, voces de hombres. La doncella entró corriendo: Señora.... ¡Es el señor! No dijo más, pero la vieja lo adivinó todo. «El señor» sólo podía ser uno.
¡Choque usted, Núñez: eso mismo he pensado yo siempre! exclamó Enriqueta Atienza alargando su copa que Gustavo se apresuró a tocar con la suya.
En los puntos de mayor peligro, y donde era preciso estar con el arma en el puño constantemente, nos disputábamos un chorro de agua con atropellada brutalidad: rompíanse los cántaros al choque de veinte manos que los querían coger, caía el agua al suelo, y la tierra, más sedienta aún que los hombres, se la chupaba en un segundo. ¿Por qué sitio pensaban atacarnos los franceses?
Súbito choque de aceros resonó: dos voces roncas, una de viejo, irritada, serena y jóven la otra, de entre el silencio salieron, terribles, tempestuosas.
La delicada sensitiva no se repuso fácilmente del choque de tan extraordinario ultraje. Le costó trabajo recobrar el aplomo para dar suelta a su amante, de un armario en que estaba escondido y escaparse con él. Para consuelo del marido, le dejó abandonado un niño de tres primaveras. La actual consorte del viejo había sido su cocinera: mujer corpulenta, de carácter brutal.
Entonces a éste se le escapa el hacha, vacila y cae... Un choque... un remolino de agua... Ha desaparecido. Juan se lanza hacia adelante, su pie tropieza con el puente levantado; delante de él hay un negro agujero. ¡Hermano! ¡hermano! exclama con loca angustia. No piensa ya en nada, no siente nada. Sólo una idea: «¡Salva a tu hermano!» le zumba en la cabeza.
Choque usted esos cinco.» Mas apenas le había dado cuenta sucinta de mis amores, y cuando empezaba, con verdadera sed de confidencias, a narrar los para mí interesantísimos pormenores, observé que se quedaba distraído, con la mirada perdida en el vacío, y que una sonrisa de bienaventurado iba iluminando poco a poco su rostro varonil.
Soltó el collar y el gran perro gris, saltando con una ligereza y una fuerza increibles, cayó sobre el mastín, que se mostró resistente é hizo honor á Rouxmesnil sosteniendo el choque. Pero el perro gris era de una agilidad increible y antes de que los espectadores de este combate pudieran hacer un movimiento, los dos animales, enlazados, habían rodado al fondo del foso.
En el patio inmediato a la capilla sonaban golpes de vara sobre el pellejo de los míseros caballos, reniegos, choque de herraduras y voces. «¿A quién le toca?» Nuevos picadores eran llamados a la plaza. A estos ruidos uniéronse otros más cercanos.
¿Qué choque? preguntó el Duque, por cuyos amortiguados ojos pasó un relámpago siniestro. Doña Paula adivinó un peligro para su yerno, y se apresuró a enmendar la imprudencia.
Palabra del Dia
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