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Actualizado: 6 de septiembre de 2025


En las gargantas de los montes las crecidas y las inundaciones son aún más rápidas. Allí, el agua que cae de las nubes, chocando en las aristas de las piedras corre inmediatamente por los declives; de todos los pequeños regueros de los vallecillos, afluyen los hilos de agua y los torrentes para reunirse en enorme masa, en el gran receptáculo abierto al origen de casi todos los valles.

La primera mazurca de la ruidosa banda puso en conmoción a toda la plazuela. Algunos granujas con tufos y blusa blanca bailaban íntimamente agarrados con femenil contoneo, empujando a la muchedumbre curiosa, chocando muchas veces contra el tablado de la música. Las alegres notas de los cornetines parecían esparcir por toda la plaza un ambiente de alegría. ¡Adiós el invierno!

Para mayor infortunio suyo, el gigante, al levantarse y empuñar su garrote contra la policía, había hecho esto con tal violencia, que una de sus rodillas, chocando contra una pata de la mesa, dejó medio rota y casi colgante la espiral arrollada en torno de ella.

Al cambiar de medio social, al sentirse sacado de su esfera, al verse solo de repente en el torbellino del mundo, cada mirada produjo en él una observación y cada observación un juicio que, chocando frecuentemente con sus propias ideas, las destruía o alteraba.

Nadie había visto nada, nadie sabía nada; Pimentó contaba con risotadas brutales cómo se había roto él mismo la cabeza volviendo de la taberna, á consecuencia de su apuesta, que le hizo andar con paso vacilante, chocando contra los árboles del camino; y los dos guardias civiles tuvieron que volverse á su cuartelillo de Alboraya, sin sacar nada en claro de los vagos rumores de riña y sangre que habían llegado hasta ellos.

Luego vió destacarse de un grupo de sotanas á su enorme primo, que marchaba con la cabeza descubierta, brillando la condecoración de la Virgen entre la celosía de sus barbas, con la mirada arrogante, una mirada dura y hostil desconocida por Aresti. El médico no pudo ver más. Creyó de pronto que se abría el suelo de la plaza y que huían todos, chocando unos contra otros con el terror de la fuga.

Como en el Andes brama El huracan tremendo, Cuando veloz derrama El trueno ronco estruendo, Y en tanto el polo cruje, Resisten al empuje Sus quicios de cristal; Así del tiempo el vuelo Que abate las barreras, Estiende por el suelo Sus ondas altaneras, Chocando resonantes El muro de diamantes Del alma libertad.

La multitud, chocando cestas y capazos, arremolinábase en el arroyo central; dábanse tremendos encontrones los compradores; algunos, al mirar atrás, tropezaban rudamente con los mástiles de los toldos, y más de una vez, los que con el cesto de la compra a los pies regateaban tenazmente eran sorprendidos por el embate brutal y arrollador del agitado mar de cabezas.

Eran las raquetas de los empleados, que barrían el paño verde, llevándose las monedas, las fichas, todos los despojos de la pérdida, chocando unas con otras las piezas de metal y las de falso hueso.

Acaso bastó a destrozarla el furor de los vientos y de las olas. Acaso fue a romperse, chocando contra oculto bajío. Ello es que la nave, desbaratada la trabazón de sus tablas se deshizo en pedazos. Cada uno de los que la tripulaban luchó por la vida y procuró salvarse como pudo.

Palabra del Dia

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