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Actualizado: 8 de junio de 2025
La tristeza resignada, fatal de la piedra que la gota eterna horada, era la expresión muda del valle y del monte; la naturaleza muerta parecía esperar que el agua disolviera su cuerpo inerte, inútil. La torre de la catedral aparecía a lo lejos, entre la cerrazón, como un mástil sumergido.
A sotavento del Castelo. Como habéis venido, podemos ir.... Era día claro, y tampoco reinaba este viento, cuando largamos de Flavia-Longa. Aun así nos comía la mar. Vea cómo lostrega por la banda de Sudeste. ¡Hay mucha cerrazón! ¡Hay otra cosa!... ¡Miedo! El mar es muy diferente de la tierra, y de otro respeto, Señor Don Juan Manuel. ¡No sois marineros, sino mujeres!
Cuando el oleaje tomaba el color del plomo, cuando el cielo obscuro por la cerrazón llenábase de menudo granizo y venteaban todos la borrasca que iba a venir, entonces, entre el silencio absoluto y la ansiedad de a bordo, comenzaba a canturrear la voz reposada de Palombo: No, señor, Es gran honor. Es honrada Liseta y no fe...a: Se queda en la alde...a...
Irá, estoy seguro dijo el capitán con tristeza. Lo arrastrarán, la familia de un lado, y de otro el miedo á parecer cobarde. ¡Adiós, Luis, y ten prudencia! Mira que hay cerrazón en el horizonte y la borrasca de esta tarde va á ser de cuidado.
Advertí que la cerrazón de la máscara trágica se abonanzaba. Se insinuó una sonrisa. Era el advenimiento del hombre efusivo. Anoche dijo al fin don Gillén comencé a contarle innumerables futesas, sin interés o de muy escaso interés. Pero este asomo de interés se desvanecerá si dejamos truncada la historia.
Salvador se paseaba por la sala agitado; mortificaba su barba rubia con una mano implacable, y sus espuelas levantaban en la estancia silenciosa un belicoso acento metálico. Moría la tarde en la cerrazón sombría del cielo, y don Manuel tendía hacia el joven una mirada ansiosa.
Allí se armó un zipizape del Noroeste con tal cerrazón y tales celliscas, que al cuarto día amanecimos mar adentro y sin ver una pizca de tierra.
La tarde de Todos los Santos Ana creyó perder el terreno adelantado en su curación moral; la aridez del alma de que ella se había quejado a D. Fermín, y que este, citando a San Alfonso Ligorio, le había demostrado ser debilidad común, y hasta de los santos, y general duelo de los místicos; esa aridez que parece inacabable al sentirla, la envolvía el espíritu como una cerrazón en el océano; no le dejaba ver ni un rayo de luz del cielo.
Palabra del Dia
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