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Actualizado: 19 de junio de 2025
La joven bajó la cabeza, se levantó lentamente y, apoyada en el brazo de una señora que parecía de su intimidad, siguió el cortejo y asistió con valor a toda la ceremonia, hasta la inhumación en el panteón de familia. No la volví a ver. Me dijeron que estaba enferma y que había tenido que acostarse.
Concluida la ceremonia, nadie quedó con el enfermo, sino el cura, la buena tía María y fray Gabriel. Tío Pedro yacía tranquilo. Al cabo de algún tiempo abrió los ojos, y dijo: ¿No ha venido? Tío Pedro respondió la tía María, mientras corrían por sus arrugadas mejillas dos lágrimas que no alcanzaba a ver el enfermo , hay mucho trecho de aquí a Madrid.
Se trataba nada menos de que éste fuese a pedir con toda ceremonia a D. Juan Estrada-Rosa la mano de su hija Fernanda. Según Paco y los que le secundaban, era el medio más directo y más adecuado de conseguirla. Todo lo demás, andarse por las ramas. El día en que D. Juan viese que le entraban diez millones por la casa andaría de cabeza por convencer a su hija.
Ojeda, durante la larga ceremonia, había mirado muchas veces a los balconajes del castillo central, esperando ver a Maud entre las señoras asomadas a ellos. Pero la norteamericana permanecía invisible.
Entonces la ceremonia no existía, el pueblo se manifestaba diariamente sin previa designación de puestos impresa en la Gaceta; y sin necesidad de arcos, ni oriflamas, ni banderas, ni escudos, ponía en movimiento á la villa entera; hacía de sus calles un gran teatro de inmenso regocijo ó ruidosa locura; turbaba con un solo grito la calma de aquel que se llamó el Deseado por una burla de la historia, y solía agruparse con sordo rumor junto á las puertas de Palacio, de la casa de Villa ó de la iglesia de Doña María de Aragón, donde las Cortes estaban.
Una de las guasas de aquellos mozalbetes consistía en presentarse los martes siempre vestidos de rigurosa etiqueta, en forma y actitud enteramente diversas del resto de la semana, haciendo profundas reverencias al entrar, saludando a todos con gran ceremonia y llamando a Ramoncita duquesa; a Joaquinita, condesa, y a Pepita, baronesa.
Algunos días después de mi llegada, asistí á una de esas comidas de ceremonia, que en esta estación son aquí casi cotidianas; oí que mi nombre fué pronunciado en tono interrogativo por el gordo subprefecto de la pequeña ciudad vecina, que estaba sentado á la derecha de la dama castellana.
Y aunque ya había procurado tranquilizar su espíritu por medio de algunos adecuados puntapiés, todavía lo sentía agitado y triste cada vez que el hijo de la Pepaina se ofrecía a su vista. Sin preocuparse poco ni mucho de la conmovedora ceremonia que se estaba realizando en el presbiterio, D. Miguel recorrió la iglesia a paso lento, escudriñando todos los rincones.
Más triste es no casarse respondió secamente mi esposa, con una intención que hizo subir los colores al rostro de la imprudente. Cuando nos hubimos desayunado se fue arriba a cambiar de traje, pues nos marchábamos a Madrid en el tren correo, que sale a las diez. Fueron a despedirnos a la estación todos los asistentes a la ceremonia.
Con muchísimo gusto, á menos que M. Harvey no desee hacer él mismo esa pequeña ceremonia... Como navegante le debe á usted toda clase de deferencias... Sí, por cierto, dijo flemáticamente el americano. Creo, señor de Tragomer, que á mi hija le gustará conocer á usted...
Palabra del Dia
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