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Actualizado: 8 de junio de 2025
Aquella señora se parecía a su madre, no cabía duda. Por esto sólo se había fijado en ella, y había sido su perseguidor callejero algún tiempo. ¿No era una verdadera profanación, una cosa abominable que la imagen de su madre le inspirase deseos carnales?
Pero no se trata ahora de esto. »¿Estás seguro, Ricardo, de que tú y yo nos hallamos convenientemente preparados para tomar un estado que arrastra consigo tantos y tan graves cargos? ¿Has meditado bien lo que significa el sacramento del matrimonio? ¿No habrá en nuestros corazones más bien una inclinación irreflexiva mezclada tal vez de impulsos carnales que el propósito firme de emprender una vida austera y piadosa como conviene a una familia cristiana, educando a nuestros hijos en el temor de Dios y en la práctica de las virtudes?
Las dos jóvenes son sevillanas y creo que primas carnales... ¿No conoce usted al sacerdote? Es un jesuita... un señor de mucha fama. Se llama el padre Talavera, ¡Qué linda es la hermana María de la Luz! ¿eh? Mucho. Vagamos todavía un rato por los jardines, pero no volvimos a tropezar con ellas. En cambio, fuimos a dar a un cenador donde tres o cuatro bañistas leían periódicos.
Todos los románticos se llamen Heine o Delgado irán después a más carnales musas, pero ya llevan en la frente el signo de ceniza. Y ante las abnegaciones y los rendimientos de los acendrados cariños, no podrán ser en su pristina simplicidad, el joven y el amante.
Paco, sin pensar mucho en ello, y sin pensar claramente, esperaba todavía un amor puro, un amor grande, como el de los libros y las comedias; comprendía que era ridículo buscarlo y se declaraba escéptico en esta materia; pero allá adentro, en regiones de su espíritu en que él entraba rara vez, veía vagamente algo mejor que el ordinario galanteo, algo más serio que los apetitos carnales satisfechos y la vanidad contenta.
Palabra del Dia
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