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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Pero lo que realmente impresionaba escuchándole era que, al tratar de los curas que mandaban partidas, hablaba de ellos igual que de los otros cabecillas, haciendo abstracción completa de su carácter sacerdotal, sin que a pesar de su odio al carlismo aprovechase la ocasión de condenar la conducta de los clérigos que tal hacían.

Disgustó esto mucho a toda la concurrencia, por parecerle más temible el carlismo que la República, y en aquel momento llegó a confortar los ánimos un viejo alto, de aspecto marcial y largos y retorcidos bigotes blancos: era el general Pastor, hermano de Leopoldina, que volvía del palacio Basilewsky de conferenciar con la reina.

Pegaron la hebra D. Basilio y Nicolás sobre el carlismo, la guerra y su solución probable, y se armó una gran tremolina, porque intervinieron los farmacéuticos, que eran atrozmente liberales, y por poco se tiran los platos a la cabeza. Torquemada procuraba pacificar, y entre unos y otros molestaban mucho al enfermo con la bulla que hacían.

Es cierto que esa protección existe por la misma naturaleza de las cosas y los antecedentes de las personas. ¡Hecho lógico, imprescindible, abrumador! Es cierto también que el régimen liberal no puede coexistir con el carlismo, de donde resulta un antagonismo imponente entro dos hechos, entre dos verdades, entre.... Y usted no cuenta para nada con Dios dijo Gracián, siempre con desdén.

Ya se podía andar por las carreteras sin peligro; el carlismo seguía por la fuerza de la inercia, defendido débilmente y atacado más débilmente todavía. La única arma que se blandía de veras era el dinero. Martín, viendo que no era difícil recorrer los caminos, tomó su cochecito y se dirigió hacia Urbia una mañana de invierno.

El estado de España era a la sazón desconsolador. El país se había convencido de que, si el carlismo no contaba con elementos para vencer, tenía los bastantes para ensangrentar la mitad del territorio de la patria. En los comienzos de 1873, las partidas alzadas en armas eran pocas; pero aumentaron pronto.

Se despidieron del vigilante nocturno y dejaron la plaza. Después, dando un rodeo, salieron al paseo de Los Llanos. Una campana de un convento comenzó a tocar. Juego, campanas, carlismo y jota. ¡Qué español es esto, mi querido Martín! dijo el extranjero. Pues yo también soy español y todo eso me es muy antipático contestó Martín.

Palabra del Dia

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