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Actualizado: 14 de junio de 2025
Yo tenía bajo mi insignia como unos mil navíos, mayores todos que el Trinidad, y se movían a mi antojo con tanta precisión como los juguetes con que mis amigos y yo nos divertíamos en los charcos de la Caleta. Mas al fin, todas estas glorias se desvanecieron; lo cual, siendo como eran puramente soñadas, nada tiene de extraño, cuando vemos que también las reales se desvanecen.
Corneta era un cobarde, y que la próxima función sería buena. Llegué por fin a la Caleta, y allí mi alegría no tuvo límites.
El herido se incorporó al verme, y alzando su mano me dijo algunas palabras que resonaron en mi cerebro con eco que no pude nunca olvidar; ¡extrañas palabras! Aparteme rápidamente de allí y entraba por la puerta de la Caleta, cuando la de Rumblar, andando a buen paso tras de mí, me detuvo. Lléveme usted a mi casa. Si es preciso ocultarle a usted, yo me encargo.
Encastillada en su grandeza intelectual y sentimental, contemplaba con benignidad de ordinario, la ruindad de sus compañeras, y dejaba pasar sin correctivo sus palabras soeces. Pero en ocasiones como ahora, en que por causas desconocidas se hallaba un poco nerviosa, no podía menos de atajarlas. Vamos, hija, cállate ya, que tienes una lengua más susia que la de lo tío de la Caleta.
Como yo no sabía más historia que la que aprendí en la Caleta, para mí era de ley que debía uno entusiasmarse al oír que los españoles habían matado muchos moros primero, y gran pacotilla de ingleses y franceses después. Me representaba, pues, a mi país como muy valiente; pero el valor que yo concebía era tan parecido a la barbarie como un huevo a otro huevo.
«¡También tú! gritó vapuleándome sin compasión . Ya ves añadió mirando a su marido con centelleantes ojos : tú le enseñas a que pierda el respeto... ¿Te has creído que estás todavía en la Caleta, pedazo de zascandil?
¡Ah, la inocencia! La libertad... y luego mi anhelo de salir de aquella cabaña... las solicitudes de los marineros... todos me prometían sacarme de allí... yo ansiaba ser más... los creía... y todos me dejaban. ¡Oh! Un día, señor, fondeó en la caleta, que estaba delante de la choza de mis padres, un barco de rey.
Palabra del Dia
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