Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 28 de mayo de 2025
La explotaba por sí mismo con ayuda de su esposa, quien según de Bray afirmaba poseía todo el espíritu de los números y de administración que a él le faltaba.
Me explicó el doctor que el señor Domingo de Bray a quien todos llamaban el señor Domingo a secas en virtud de una costumbre amistosa adoptada por las familiaridades del país era un caballero, alcalde de la comuna, más bien que por su influencia personal pues no la ejercía ya desde algunos años, por la antigua estima que estaba vinculada a su nombre: que era decidido protector de los desgraciados, muy querido y muy bien mirado de todo el mundo, aunque no tenía más semejanzas con sus administrados que la blusa, cuando la vestía.
Muchas veces todo parecía vacío, menos el corral, en donde se agitaba constantemente una multitud de gallinas; el gran jardín, en el cual las muchachas de la granja recogían la hierba, y la terraza expuesta al mediodía en la que la señora de Bray y sus hijos estaban a la sombra de las parras, cada día menos compactas por la caída rápida de los pámpanos secos.
Llegado noviembre, abandoné, pues, Villanueva sin haber penetrado en la intimidad del «feliz matrimonio», que así resolvimos designar el doctor y yo a los dichosos castellanos de Trembles. La ausencia causa efectos singulares. Lo comprobé durante aquel primer año de alejamiento que me separó del señor Bray sin que el más leve motivo directo pareciese evocar en uno el recuerdo del otro.
Cuando de él o con él hablaba decía «señor nostramo», y de Bray le tuteaba por costumbre adquirida durante la niñez que perpetuaba una tradición doméstica de suyo emotiva en las relaciones del joven patrono y el viejo Andrés, el personaje principal en Trembles después de los dueños de la casa.
Padre mío dijo con acento de inflexible audacia. Necesito estar sola un momento con el señor de Bray. El señor D'Orsel se levantó sin vacilar, besó fraternalmente a su hija y salió. ¿Usted partirá mañana? me dijo, permaneciendo de pie como yo estaba también. Sí le contesté. ¡Y no volveremos a vernos más! Nada repliqué. Jamás continuó, ¿lo entiende usted? jamás.
Pocos días después, al regresar a casa encontramos dos tarjetas del señor de Bray, que había ido a visitarnos, y al siguiente nos llegó una invitación a nombre de la señora de Bray, pero escrita por su marido: se trataba de una comida en familia ofrecida a los vecinos, la cual se rogaba amablemente fuera aceptada.
Si yo hubiera llegado a ser lo que no soy, consideraría que la familia de los de Bray había producido bastante, que su misión estaba cumplida, que mi hijo sólo tenía que procurarse descanso. Pero la Providencia ha dispuesto otra cosa: los papeles se han trocado. ¿Es esto mejor o peor para él? Le dejo el esbozo de una vida incompleta que él completará, si no me equivoco.
A veces pasaban días enteros sin que se percibiese un ruido revelador de la vida en aquella casa habitada por tanta gente que existía entregada a la actividad del trabajo doméstico y agrícola. La alcaldía no estaba en Trembles, aunque por tres o cuatro generaciones los de Bray hubieron desempeñado aquel cargo como por derecho propio.
Palabra del Dia
Otros Mirando