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He preguntado en seis u ocho fondas; he entrado en los restaurants; me he asomado a los cafés; paso y repaso por casa de Botín; permanezco largos ratos parado en el escaparate de Tournié. Y no lo encuentro. Una vez he creído reconocerlo.

Isidora dio algunos pasos cojos con un pie calzado y otro no, y entrando en su alcoba se puso otras botas. En aquel instante, Botín tuvo que dar a su pasión una nueva batalla; pero el caso era tan grave, que la dignidad llevó la mejor parte.

En la ciudad llamábanla todos por el cariñoso y popular nombre de doña Tula; pero Rosalía jamás le apeaba el título, y todo era: «condesa esto, condesa lo otro y lo de más allá». Esta bondadosa y noble señora era hermana de la condesa de Tellería y de Alejandro Sánchez Botín, que ha sido diputado tantas veces y ha figurado ya en media docena de partidos.

Sin duda otras mujeres andaban en aquel torpe lío... Pensó en las prenderas, en las peinadoras, en los chismes y enredos que forman invisible tela de araña en torno de toda existencia equívoca e inmoral; y la ignominia de un hecho tan poco noble abatió por un instante el orgullo de su alma. «Hace usted un bonito uso de mi dinero» dijo Botín.

Pasando por Alcalá la Real, había entrado en la Vega por Pinos de la Puente, causando mucho daño, talando algunos plantíos y sembrados, y cobrando no poco botín en cortijadas y alquerías.

Los cristianos entonces le enviaron segundo mensage, diciéndole que le dejarian pasar con su botin y sus prisioneros; pero Almanzor les contestó: «Mi ejército no tiene ya gana de pasar esas montañas y está contento aquí.

Irían estos en la expedición, no sólo impulsados por la esperanza de botín riquísimo, sino con grandes pagas, de que habían de cobrar por adelantado las de seis meses.

La alegría del Rey con esta nueva no tuvo límites, y como todo le sale bien al que está alegre, él triunfó de sus enemigos en la guerra, mató por su propia mano a tres o cuatro reyes que le habían hecho no sabemos qué mala pasada, asoló ciudades, hizo cautivos, y volvió cargado de botín y de gloria a la hermosa capital de su monarquía.

Apénas hubimos desembarcado, acudiéron unos negros de una faccion enemiga de la de mi pirata para quitarle el botin.

En justicia á Roger debe decirse que antes de aceptar definitivamente la oferta del barón meditó mucho y pidió consejo al cielo en sus oraciones; pero el resultado fué que á los tres días eligió armas y caballo, cuyo importe ofreció pagar con parte de lo que le correspondiese como botín de guerra.