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Actualizado: 8 de mayo de 2025


El catedrático de Física e Historia natural, señor Marroquín, era un antiguo republicano de barricada, que había perdido la plaza de auxiliar en el Instituto de San Isidro por sus ideas políticas y religiosas. En toda España no había hombre más heterodoxo que él: no creía ni en la madre que le parió.

Cuando rodeada de banderas rojas sucumbas en tu propia barricada, nuestro ideal no morirá contigo; ¡el cuerpo se desploma, nunca el alma! ¡Venga el golpe hacia ti! Espera firme y sitúate siempre a la vanguardia... Procura no caer en la refriega sin coronar la cumbre suspirada.

Colocose un centinela delante de la caverna de Hexe-Baizel, donde se guardaban las provisiones; se hizo una barricada ante la puerta, y Juan Claudio ordenó que los repartos se hicieran en presencia de todos, con el fin de impedir las injusticias; pero semejantes precauciones no habían de preservar a aquellos desgraciados del hambre más horrible.

Al abrir otra vez sus ojos, un rayo de sol deslizándose por el ventanuco trazaba un cuadrilátero de oro en la pared, dando un regio esplendor á las telarañas colgantes. Alguien removía la barricada de la puerta. Una voz de mujer, tímida y angustiada, le llamó repetidas veces. Señor, ¿está usted ahí?

Los jinetes corrían en pelotones por los bosques, empujando á los rezagados y haciendo frente á las avanzadas enemigas. Desnoyers fué basta la salida de la población. Los dragones habían obstruido la calle con una barricada de carros y muebles.

Febrer casi se durmió arrullado por estos gritos de amenaza. Había colocado tras la puerta la misma barricada de la noche anterior. Mientras sonasen los gritos tenía la certeza de que ningún peligro le amenazaba. De pronto, se incorporó, repeliendo ese sopor que precede al sueño. Ya no sonaban aullidos.

Quedó éste junto á la barricada, en una soledad de intenso silencio, como si el mundo se hubiese despoblado repentinamente. Dos perros abandonados por la fuga de sus amos rondaban y oliscaban en torno de él, implorando su protección. No podían encontrar el rastro deseado en aquella tierra pisoteada y desfigurada por el tránsito de miles de hombres.

Le mortificaba mentir, y al mismo tiempo le faltaba valor para decirlo en crudo: ¡como que es necesario más coraje para decir a una mujer «ahí queda eso» que para tomar una barricada a pecho descubierto! En vano intentó hacer un llamamiento al amor físico. Cristeta se mostró refractaria a las caricias.

Palabra del Dia

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