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Actualizado: 1 de mayo de 2025


Dijo esto con tal sentimiento, y de modo tan lúgubre, que los reproches expiraron en los labios de la tía, y se abalanzó a él, como loca, estrechándole en sus brazos, suplicándole que no volviera a proferir la terrible amenaza, si no quería verla caer muerta a sus pies. ¡Qué muchachos estos! hacen una barrabasada, y no se les ocurre mejor medio de remediarla que el suicidio; ¡bonita manera de arreglar las cosas! la suerte que son pura boca, y que del dicho al hecho... ¡Vamos! reflexionar un poquito y estudiar el medio más decoroso y fácil de salir del atolladero: treinta mil nacionales no se encuentran así como así, bajo el primer adoquín de la calle... ¡Oh, la inexperiencia y la ambición son dos caballos desbocados que llevan al precipicio a cualquiera!

La reserva, la incomunicación, hace que el secreto acabe por convertirse en idea fija, en obsesión, en manía. Los mismos criminales prefieren la cárcel y la horca al peso de su secreto. De ahí que acaben siempre por declarar su barrabasada. Edgard Poe tiene un cuento espeluznante sobre este punto. Un marido ha emparedado a su mujer; pasan muchos años; nadie sospecha que haya cometido tal delito.

¡Oh! ¡Lo que es por no quedarría! exclamó lleno de ardor bélico el tío Frasquito . ¡Pero si es imposible! ¿Sabes lo que pasó con Paco la Granda... otro animal como él?... Pues le hizo Diógenes una barrabasada, y Paco le mandó sus padrinos.

Aquel robo de loco no podía dar otros resultados. ¡Embriagar con el vino de los ricos a todo un tropel de gentes rudas y ordinarias! Bastante había reñido a su primo al volver él a Jerez; y ahora, cuando tenía olvidada la barrabasada, le enteraban de su última consecuencia, una deshonra que le impediría poner los pies en Marchamalo. ¡Jesús! ¡Jesús! ¡Qué de vergüenzas sobre la familia!...

Olmedo no podía aguantar más la horrible desazón, el asco y el vértigo que sentía; pero continuaba con el cigarro en la boca haciendo que tiraba de él, pero sin chupar cosa mayor. Feliciana, por su parte, había empezado a campar por sus respetos. Lo dicho, la honradez y el amor eran cosas muy buenas; pero no daban de comer. El calavera de oficio no se permitió aquella noche ninguna barrabasada.

Palabra del Dia

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