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Actualizado: 16 de junio de 2025
Los compañeros de Hudson le abandonan en medio del mar en un barquichuelo sin víveres ni velamen, y no se sabe lo que fué de el. Behring, al descubrir el estrecho que separa la América del Asia, perece de cansancio, de frío, de miseria, en una isla desierta.
Entonces la alegoría del barquichuelo estaba en todo su auge, y no se mentaban las dificultades del Gobierno sin sacar a relucir la consabida embarcación, el mar borrascoso de la política, y principalmente el timón ministerial, que algunos llamaban gubernalle.
Verdadero tipo a lo Fenimore, trampero por tierra y por agua, guardapesca y guardacaza, las gentes del país le llaman el Rondador porque, entre las brumas del alba o del anochecer, ocúltase siempre entre los cañaverales, acechando, o bien inmóvil en su barquichuelo, ocupado en vigilar sus atolladeros en los estanques y en las acequias.
Lo que quiero yo respondió Leto con los ojos espantados y la melena erizada , es que considere usted que la hija de don Alejandro Bermúdez, yendo confiada a mi cuidado en un barquichuelo gobernado por mí, por una imprudencia mía ha estado a punto de perecer... ha debido de ahogarse... ¿Puede usted considerar esto?
Apretando su cinturón colorado, el más fornido, el más ágil saltaba de su barquichuelo, y ya encima de aquella mole inmensa, sin preocuparse del riesgo que pudiese correr su vida, lanzando un ¡han! prolongado, hundía el arpón en las carnes del confiado monstruo. Descubrimiento de los tres Océanos.
La inmensa extensión de país que está en sus extremos es enteramente despoblada, y ríos navegables posee que no ha surcado aún el frágil barquichuelo.
»Sobre esto del yacht, sólo le he dicho a usted que Nieves se perece por andar en él, y que su padre, menos aficionado que ella a esta diversión, cuando no quiere o no puede acompañarla, tolera muy gustosa que vaya sola conmigo y con el famoso Cornias; pero nada le he hablado de lo intrépida que es allí; de cómo se le revela el placer de que va poseída en el ardor de la mirada y en la gallardía de sus posturas; ni de cómo me tienta y seduce con palabras o con gestos más tentadores que ellas, a que fuerce y obligue al balandro a hacer lo que yo no quiero que haga, ni debe de hacer cuando lleva una carga tan preciosa... ¡Y el demonio del barquichuelo, como si lo conociera, hombre!
Cornelio y Hans lanzaron un grito de terror, dándose por muertos; pero una tercera ola empujó al barquichuelo, que pudo subir a flote y seguir adelante, aunque lleno de agua.
Palabra del Dia
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