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Actualizado: 7 de junio de 2025
Así que, sin vacilar, sacó la baqueta del fusil y aproximándose y empinándose cuanto pudo le aplicó un par de palos en las piernas con toda su fuerza. D. Lesmes reprimió un grito y se dejó caer al suelo. El capitán le atizó con igual rabia otros tres estacazos en las espaldas sin proferir una voz.
Tenía la espingarda un cañón corto con boca acampanada, sujeto á larga caja de madera. Cargábase con baqueta, llevando la pólvora á granel en frasco de hierro y las balas en bolsa. Se disparaba sosteniendo la puntería con la mano izquierda y aplicando con la otra una mecha al oído.
Materne tuvo la idea de disparar contra el caballo, pero no se atrevió a hacerlo porque iba demasiado de prisa. Apenas hubo llegado al bosque de bayonetas enemigas, Riffi desapareció. Todo el mundo creyó que había muerto asesinado; pero una hora después se le vio pasar por la calle Mayor de Grand-Fontaine, con las manos atadas a la espalda, seguido del caporal schlague, que empuñaba una baqueta.
Seguíanle seis ballesteros, con jubones de paño buriel, cintos de baqueta, capacetes sin plumas y á la espalda ballesta y saetas. Bajaron la cuesta, cruzaron el vado y en pocos momentos llegaron al lugar de la lucha. ¡Aquí está uno de ellos! exclamó el jefe, echando pie á tierra y sacudiendo al bandido por el cuello.
Cuando parte de esta historia fue contada, al joven le faltó poco para que se le saltaran las lágrimas. La tierna criatura sin más amparo que su madre pobre, la aflicción de esta al verse abandonada, eran en verdad un cuadro tristísimo que partía el corazón. ¿Por qué no le citó ante los tribunales? Es lo que debía haber hecho. A estos tunantes hay que tratarles a la baqueta.
Junto al fuego y sentada en un sillón de baqueta de altísimo respaldo, hallábase una dama cuya edad no pasaría de los treinta y cinco, y cuyos ojos, cejas y cabellos negrísimos contrastaban con la extremada blancura de la tez. Pero más que su hermosura llamaban en ella la atención su aire majestuoso y digno y la expresión grave y pensativa del semblante.
Yo le miraba y me decía: «bien merecido te está... Aguántate, cachete... Todos somos iguales». ¿Quiere usted que le dé un consejo? Pues trátele a la baqueta. Que suspire, que pasee, que le tome la medida a la calle. Toda la hiel no ha de ser para mí... ¿Quiere que le dé otro consejo? Pues a usted le conviene un corazón como este que yo tengo aquí guardadito, virgen, créalo usted, virgen.
Palabra del Dia
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