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Actualizado: 23 de octubre de 2025
En lontananza, la cadena del Forez erguía sus mamelones donde la nieve refulgía cual una caperuza de plata; los gigantes de Auvernia, vaporosos y grises, parecían fantasmas de neblina; el castillo de Borbón Busset surgía de las brumas con sus torreones señoriales, avergonzando al pacifico palacio de Randán, con todo el desdén de un Borbón legítimo hacia la rama degenerada de los Orleáns.
Si la Guardia os sigue, barón, cuando sepa que pensáis sacarla de esta comarca, donde vive en la abundancia, sin más ley que su voluntad. Pues á averiguarlo en seguida, replicó impetuosamente el barón. Si soy su jefe, se vienen conmigo á Dax en este momento; y si no lo soy ¡por mi nombre! entonces no sé qué hago yo en Auvernia, en vez de ocupar mi puesto en la escolta del príncipe.
No tardaron en hallarse congregados los arqueros, á quienes el barón, con voz firme y ademán enérgico, dirigió la palabra en estos términos: Me dicen, arqueros, que os habéis aficionado á esta regalada vida que aquí lleváis, hasta el punto de no querer salir de Auvernia.
Pues no hay cuento que valga hasta que me haya remojado el gaznate. ¡Buena cerveza! Era en el otoño de 1356; nuestro príncipe Eduardo tomó por Auvernia, el Berry, Anjou y Turena, y de Auvernia os diré que las muchachas son zalameras y el vino agriado. En Berry dadle vuelta y aprended que las mozas son hoscas y el vino una bendición.
¡Sí, oigamos también al gascón! apoyó otra voz. ¡Soldados! exclamó Claudio Latour sin hacerse de rogar. No haré más que recordaros lo mucho y bueno que aquí dejáis y la triste recompensa que váis á buscar en lejana guerra. La libertad y el rico botín en Auvernia, la severa disciplina y mísera paga en el ejército.
Palabra del Dia
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