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Si de los autos pasamos al examen de los entremeses, nos hallamos en terreno muy diverso. Estos pequeños dramas burlescos, que á menudo son sólo escenas aisladas sin verdadero interés dramático, fueron, sin duda, escritos en algunos ratos de ocio por un poeta tan incesantemente ocupado; pero su veloz pluma supo también trazar al vuelo rasgos felices y peculiares de este género de poesías.

Aun cuando se repitan con frecuencia las mismas figuras, y suceda lo mismo con ciertos giros y enlaces de ideas, no es dable evitarlo, atendiendo á que todos los autos sacramentales estaban únicamente destinados á celebrar el dogma de la Transubstanciación, y ese objeto imponía, por condición precisa, que, en estos espectáculos de la fiesta del Corpus, fuesen idénticas sus ideas fundamentales.

Verdad es que su señoría ilustrísima no anduvo nunca parco en esto de entredichos, censuras y demás actos terroríficos, como lo prueba el hecho de que antes de que la Inquisición viniera a establecerse por estos trigales, el señor Loayza celebró tres autos de fe.

Y segun lo que estas dos cartas ministran, se comprende, que de facto el coronel D. Joaquin de Espinosa evacuó el informe de aquellos puntas que se le previnieron en la de 20 de Agosto de 79, ó á lo menos que expuso su dictámen sobre algunos de ellos: y pues conducen en gran manera para que V.S. pueda tomar sus medidas en este grave y delicado asunto, parece corresponde se sirva mandar, que así en la Secretaría de cámara de esta Capitanía General, como en la escribanía de este Superior Gobierno, se busquen y soliciten esos documentos, para que se agreguen á los autos de la materia.

Y sin embargo de ser necesarísima la decision de estos puntos, no se encuentra en los autos razon ni carta alguna del coronel D. Joaquin, en que explique su dictámen en cuanto á ellos; ni tampoco la respuesta que debió dar el Gobernador de esta provincia de Chiloé, en consecuencia del pliego que se le dirigió por la via de Valdivia.

No puede negarse la posibilidad de que así sucediera, pues hemos apuntado, al hablar de Gil Vicente, los gérmenes de esas composiciones alegórico-religiosas; y aunque los autos españoles propiamente dichos, examinados hasta ahora, no sean alegóricos, no por eso hay razones bastantes para afirmar, que no fuesen escasos restos de una literatura mucho más rica en un principio. ¿Cuándo, por último, formaron las comedias divinas una clase distinta de los autos?

Con ser tan abultados los autos, no contenían tantas ideas, tantas fórmulas de investigación, tantos ni tan variados argumentos como los que ella febrilmente acumulaba en su cerebro aquella tarde, aquella noche, y en las horas claras y obscuras de tres días sucesivos.

Algunos chicos, pregoneros de periódicos, chillaban ya desaforadamente: «La Salve que cantan los presos al reo que está en capilla». Desde que tengo uso de razón he sabido que existe la pena de muerte en nuestro país; y no obstante, siempre la he mirado del mismo modo que los autos de fe y el tormento; como una cosa que pertenece a la historia.

El error de Montalván proviene, pues, principalmente, de no haber distinguido unas de otras las diversas composiciones dramáticas, ó simplemente de su prurito de exagerar, manifestando acaso que atribuye más mérito al número que á la calidad de las obras escritas por su maestro. En cuanto á los autos, nada dicen sus noticias: Montalván los hace subir á cuatrocientos.

Pero estos mismos apellidos los llevaban cristianos viejos, y era el capricho tradicional el que separaba a unos de otros. Sólo habían quedado marcadas por el odio popular las familias descendientes de los que fueron azotados o quemados por la Inquisición. El famoso catálogo de los apellidos estaba sacado indudablemente de los autos del Santo Oficio. ¡Una felicidad el hacerse cristiano!