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Actualizado: 12 de junio de 2025
Lo que más me chocó en la representación de un auto, á que asistí en El Prado viejo, fué que, verificándose en medio de la calle y á la luz del día, se encendieron luces, mientras que en otros teatros cerrados, se aprovecha la claridad natural, sin emplear la artificial .» Así se expresan nuestros viajeros, sirviéndonos sus relaciones para enlazar y completar las nuestras.
Lo que entonces sucede, van ustedes á saberlo en el capítulo siguiente, escrito en presencia de los apuntes fidelísimos que yo tomé en uno de esos Concejos á que asistí como curioso.
Una noche conocí a Wagner, pero sin tapujos, como quien dice en su propia salsa. Vestido con ropas de un violinista amigo que algunas veces toca en las fiestas de Toledo, oí La Walkyria en el paraíso del Real. Otra noche asistí a un concierto. La gran noche, Gabriel, ¡como quien dice nada! La Novena Sinfonía de este tío feo, de este sordo mal genio que está escuchándonos.
En cambio, asistí al centenario de Santa Teresa y en su honor publiqué en La Unión Católica una poesía.» »Todo marchaba para mí en dirección al éxito. ¿Cómo me veo otra vez en este pueblo, enfermo, solo, olvidado? »En el verano de 1883 tuve una ligera indisposición; no parecía nada, pero se fue agravando hasta tal punto, que estuve largo tiempo enfermo.
Vio el mozón, como yo lo esperaba, el cielo abierto, porque comer con Chisco era comer con Tona. ¡Puches, qué doble panzada se dio! Yo, que asistí al final de la comida, añadí con gustosa aquiescencia de mi tío, al surplús con que ya se había obsequiado a los comensales, en honor del nuevo, una botella del más rancio «tostadillo» lebaniego que se guardaba en la bodega de la casona.
De modo, dijo la señora de Freneuse, que esa desgraciada mujer por quien hiciste tantas locuras y á la que pretendían que habías matado, está viva... Vive y está en Londres. Anoche cantó en Covent-Garden y asistí á la representación con mis amigos. En un palco oscuro y con la cara pintada como un actor para que nadie me reconociese, pasé la velada en presencia de Lea Peralli.
Y con la mano derecha abierta y puesta sobre el pecho como una condecoración, los ojos en blanco, protestó el anciano de su honesta conducta. «Lo creo, hombre, lo creo. Yo la acompañé, yo la asistí, mientras se curaba; yo la he servido... ¡Qué días, qué noches!
Acepté con gusto la oferta; asistí algunos jueves a la sesión, y vencida la timidez natural del provinciano, llegué a intervenir en algún debate, si no con éxito lisonjero, por lo menos con la tolerancia benévola de mis consocios.
Después me dirigí hacia la Sorbona, donde asistí sucesivamente á varios cursos; tratando de llenar á fuerza de goces espirituales, el vacío que sentía en lo material; mas llegó la hora en que este recurso me faltó y también empezó á parecerme insuficiente. Experimentaba, sobre todo, una fuerte irritación nerviosa, que esperaba calmar paseando. El día estaba frío y nublado.
Algunos días después de mi llegada, asistí á una de esas comidas de ceremonia, que en esta estación son aquí casi cotidianas; oí que mi nombre fué pronunciado en tono interrogativo por el gordo subprefecto de la pequeña ciudad vecina, que estaba sentado á la derecha de la dama castellana.
Palabra del Dia
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