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Actualizado: 25 de junio de 2025


Doña Cristina y su hija fueron pasando entre las filas de penitentes arrodilladas á los lados de los confesonarios. Para ser verano estaba muy concurrido el templo. Pero la de Sánchez Morueta reconocía la influencia de la estación en la clase de público. Las señoras eran menos que en el invierno.

De noche, un hombre toca un botón, los dos alambres de la luz se juntan, y por sobre las máquinas, que parecen arrodilladas en la tiniebla, derrama la claridad, colgado de la bóveda, el ciclo eléctrico. Lejos, donde tiene Edison sus invenciones, se encienden de un chispazo veinte mil luces, como una corona.

Poco después salió la comitiva, precedida de la campanilla, entre la calle formada por mujeres arrodilladas, con velas o sin ellas. Se sintió que bajaba, que salía y se alejaba por la calle. Cuando ya no se oía más el tilín, Guillermina, cesando de rezar, acercó su cara a la de Mauricia y empezó a darle besos.

De pie allí, detrás de esas pocas mujeres arrodilladas, con la débil luz oscilante de las velas de los altares iluminando suficientemente su rostro, estaba aquel hombre con su cabeza inclinada reverentemente, y, sin embargo, sus obscuros ojos como cuentas parecían lanzar miradas escudriñadoras a todos lados.

Mientras abría el ventanillo opuesto preparando una sonrisa como saludo á la nueva penitenta, Pepita fué á arrodillarse al lado de su madre. Comulgaron tras una breve espera, después de rezar su penitencia y salieron del templo, saludando con inclinaciones de cabeza á las amigas que aún estaban arrodilladas ante los confesonarios.

Deslizose Amparo entre el grupo de la buena sociedad marinedina, y se introdujo en el templo. Hacia el presbiterio se colocaban las señoritas, arrodilladas con estudio, a fin de no arrugarse los trapos de cristianar, y como tenían la cabeza baja, veíanse blanquear sus nucas, y alguna estrecha suela de elegante botita remangaba los pliegues de las faldas de seda.

Al reconocer á las dos señoras, hubo un movimiento de respeto y curiosidad en la doble fila de mujeres arrodilladas, vestidas de negro y con la mantilla sobre los ojos. Dos viejas se levantaron ofreciéndolas su puesto en la fila. Doña Cristina hizo un signo de aprobación con la cabeza y abriendo su portamonedas dió una peseta á cada una de ellas.

Palabra del Dia

rigoleto

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