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Actualizado: 22 de mayo de 2025
El albañil quiso hacer de su hijo un arquitecto, y Marcelo empezaba los estudios preparatorios, cuando murió el padre repentinamente, dejando sus negocios embrollados. En pocos meses, él y su madre descendieron la pendiente de la ruina, viéndose obligados á renunciar sus comodidades burguesas para vivir como los obreros. Cuando á los catorce años tuvo que escoger un oficio, se hizo tallista.
A este fin, no quedó un tabique en pie; se encargó el plano de la nueva obra a un arquitecto; y como en el piso había tela en que cortar, todo se hizo al gusto de la marquesa, que halló en estos entretenimientos ocasión de invertir las largas e insípidas horas que traen consigo la esclavitud y la tristeza de un luto rigoroso, como el que la familia vestía entonces.
Un joven arquitecto, italiano, que el gobierno ha contratado para concluir la obra, se ha comido ya todas las uñas y el bigote mirando la esfinge. Mi humilde opinión es que ha llegado el momento de llamar al homeópata, para satisfacción de la familia, porque el Capitolio está muy enfermo y no le veo mejoría posible.
Exige la verdad que manifestemos asimismo que el arquitecto había dado pruebas de buen gusto al trazar el plano del edificio, pues sus proporciones no podían ser más elegantes y correctas.
En seguida Don Francisco Roca, académico de la de San Fernando y Director de arquitectura de la de San Luis de Zaragoza, levantó el plano muy parecido a la de aquella ciudad, si bien mas en pequeño, nombrándose director de obras a D. Ramón Pardo, arquitecto y vecino de la capital de Aragón.
Vemos primeramente á un sabio é intrépido arquitecto del califa An-nasír demoler el antiguo alminar, y levantar en su lugar otro cuya mole de considerable altura no tiene igual en el mundo por su distribucion y proporciones. Empléanse en echar sus cimientos cuarenta y tres dias, profundizándolos hasta encontrar agua.
En ningún otro género encuéntrase identidad entre el habitante y su nido; mas siendo aquí extraído de su substancia, el edificio es la continuación de su manto de carne, cuyas formas y tintas adapta. Debajo del edificio, el arquitecto es por sí propio la piedra viva. Arte asaz sencillo para los sedentarios.
Lo peor era que todos tenian por defectuosa la obra, y que si esta general opinion se confirmaba, de nada iban á servir tan generosos sacrificios. Florecia á la sazon en Valladolid un maestro de obras de gran fama, llamado Diego de Praves: era reputado por el mejor arquitecto de su tierra.
Era una antigua iglesia, reconstruida sin criterio fijo, restaurada muchas veces, y que hasta en los más pequeños detalles acusaba gustos de distintas épocas o caprichos de los piadosos donantes que facilitaron fondos con que sostener en pié aquella amalgama en que parecían haber tomado cuerpo los desvaríos de un arquitecto loco.
Se posa sobre las cornisas y cae por las paredes de los derrumbaderos. A través de toda clase de fragosidades salientes y entrantes se ve alargarse con asombrosa regularidad la línea de las hiladas por espacio de muchas leguas: parecen haber sido superpuestas por manos de un arquitecto gigantesco.
Palabra del Dia
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