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Lejos de ser el butiro una novedad, traída por el progreso humano, parece que ya las hijas de los primitivos arios, en las faldas del Parapamiso, ordeñaban las vacas y de su leche sacaban exquisita y fresca manteca, tomando ellas nombre de este mismo oficio o arte en que se empleaban, pues afirman los sabios etimólogos que la palabra hija, en el lenguaje de los vedas, equivale a la que ordeña las vacas y hace la manteca.

No adoraremos, es cierto, como nuestros antepasados, arios, semitas ó íberos, el agua transparente que sale á borbotones del suelo; para manifestar nuestro agradecimiento por la vida y las riquezas que produce á las sociedades, no lo construiremos ningún ninfeo, no le dedicaremos ninguna libación solemne, pero en honor de la fuente haremos más que todo eso.

En los valles de las grandes montañas del Asia central dicen los sabios que fué donde aquellos antepasados nuestros, á quienes debemos los idiomas europeos, llegaron á constituirse por vez primera en tribus cultas, y en la base meridional de las montañas más altas del mundo es donde viven los indios, aquellos arios á quienes su antigua civilización concede una especie de derecho de primogenitura.

Gener nos habla, arios y turaníes, polacos y mogoles, romanos y griegos, no pasan de ser una mera representación. Carece, pues, de fundamento y de verdad científica todo cuanto el Sr. Gener nos cuenta en los demás artículos de su libro sobre historia de las religiones, socialismo, etc. Todo se reduce a poesía, según el mismo Sr. Gener paladinamente lo confiesa.

Sus familias, o mejor diré su familia, pues era una misma la de ambos, se jactaba, no sin fundamento, de descender de los primitivos atlantes, que habían emigrado muchos siglos hacía, cuando se hundió en el mar la Atlántida, y que, yendo unos por mar siempre, habían llevado a Egipto la cultura, mucho antes de la civilizadora expedición de Osiris, mientras que otros, conocidos después con el nombre de hiperbóreos, desembarcando en Francia, habían difundido la luz y fundado florecientes Estados, caminando hacia Oriente hasta más allá de las montañas Rifeas, e influyendo, por último, en el despertar a la vida política y culta de los arios y de los semitas.

Los braquicéfalos eran mestizos, con todos los estigmas de la degeneración. El germano, dolicocéfalo por excelencia, era el único heredero de los primitivos arios. Todos los otros pueblos, especialmente los del Sur de Europa, llamados «latinos», pertenecían á una humanidad degenerada.

En estos últimos días los libros que he leído van en contra de los arios, de los egipcios, de los semitas y de otras naciones y castas, que antes pasaban por las civilizadoras en grado superior.

Nuestros otros antepasados, los arios de Asia, adoraban las aguas corrientes, y desde el origen de las edades históricas, fueron objeto de un culto verdadero.

Y el hombre, valiéndose ya de la palabra, con organización social, y hasta fundando reinos, imperios y repúblicas, vive, si hemos de creer á sabios profundos, hace veintiséis mil años. Por aquel entonces, afirma Rodier, como si lo hubiera visto, que los arios se disputaron, se dispersaron y se dividieron en indios, iranios y otros pueblos, de quienes proceden las más nobles naciones de Europa.

Y se muestra, al cabo, la raza blanca, arios, semitas, caucasianos, etc., a la cual se concede una antigüedad de 8.000 años lo menos. A esta raza tenemos la honra de pertenecer, pero nadie nos asegura que no aparezca aún otra superior que nos deje postergados y tamañitos, lo cual será muy desagradable.