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Actualizado: 19 de julio de 2025
La santa no respondió, porque dentro de la iglesia no gustaba de tratar ciertos asuntos de reconocida profanidad; pero cuando salían por el patio que da a la calle del Arenal, tomó el brazo de su amiguita, diciéndole: «Bueno estuvo el lance, bueno. ¡Qué par de alhajas!».
Sobre ella, dominándola en toda la extensión y limitando el arenal, hay como una cornisa de dunas de treinta o cuarenta metros en la parte más alta, formadas por masas de arena y de arcilla, amarillentas y blancas, cortadas en unas partes a pico, en otras constituídas por mamelones terrosos llenos de grietas, de anfractuosidades y de torrenteras.
Cuando ya bajaba el camino, se veía la playa de las Animas, entre la punta del Faro y otro promontorio lejano. Sobre el arenal de la playa se levantaban dunas tapizadas de verde, y las casitas esparcidas de la barriada de Izarte, echando humo. Ya cerca de la punta del Faro abandonábamos el camino para meternos entre las rocas. Había por allí agujeros como chimeneas, que acababan en el mar.
Y se dió el caso que, saliendo una tarde el rey de los toros, á causa de haber intervenido en los desahogos de los blancos algunos constitucionales, se promovió un feroz escándalo, en el que hubo garrotazos, carreras y no pocos heridos. Con motivo de otras visitas de reyes se ha adornado después de 1823 el paseo del Arenal, alzándose en él graciosos arcos de follajes y vistosos transparentes.
El doctor hablaba con entusiasmo de la belleza material y moderna de Bilbao: su ría bordeada de fábricas y doks, que parece un trozo del Támesis; sus altos palacios blancos del ensanche, su muchedumbre atareada que llena á todas horas el puente del Arenal. ¡Magnífica jaula! Pero los pájaros mudos, con la cabeza caída, tristes.
Hubo antiguamente en tierra de Indias una princesa que poseyendo un arenal extenso, quiso convertirlo en jardín. A fuerza de gastar vidas de esclavos y talegos de monedas, pobló el arenal de flores maravillosamente raras cada una de las cuales representaba un tesoro.
Paréceme que ya me he detenido Con esta gente tanto, que olvidado Dirán que tengo al campo, que tendido Pintè en el arenal desabrigado. Con su memoria estoy tan afligido, Que temo de me ver en tal estado: Espérenme á otro canto de amargura, Y ayuden á llorar tal desventura.
Pocitos, pintoresco suburbio de Montevideo, constituye en verdad, un lugar como el que se acaba de describir. Hace diez años que era un arenal árido en una ladera que se despeñaba hasta las mansas olas del océano.
En todas las mesas se hablaba también de lo que ocurriría por la tarde. A las tres estaban citados los de la peregrinación en el Arenal. Llegarían en varias procesiones desde las distintas parroquias, para reunirse todos en la iglesia de San Nicolás.
Habíanse despedido antes que el salto hiciesen de los que hasta allí los habían sustentado, y otro día vendieron las camisas en el malbaratillo que se hace fuera de la puerta del Arenal, y dellas hicieron veinte reales.
Palabra del Dia
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