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Por eso continuó Martholl, con gran pesar de Bertrán, que deseaba contar la historia de una cacería de ciervos, a que lo había invitado un archiduque, por eso, en Francia, la fisonomía de los salones ha cambiado prodigiosamente.

Lo primero que se piensa es que son una mina de donde cualquiera autor de novelas históricas pudiera tomar el legitimo color local, ó mejor dicho temporal, para los sucesos que relatase. Acaso no quede acto de la vida de un municipio y de las relaciones y tratos entre sus habitantes del que no se encuentre algún testimonio en la colección del Archiduque.

En suma, la colección de manuscritos del Archiduque, en su parte arábiga, da á conocer ya mucho la vida, usos y costumbres de los muslimes en los siglos medios; aclara bastantes puntos oscuros, corrige no pocos errores históricos, y ofrece aún vasto y apenas explorado campo, primero al estudio de los arabistas, y después á las consideraciones, comentarios y consecuencias que pueden y deben sacar los historiadores y los filósofos.

Como no nos incumbe aquí explicar las causas de todo esto, nos limitamos á decir que en los manuscritos del Archiduque hay abundancia de datos que pueden valer para explicarlo, y que, por consiguiente, dichos manuscritos no importan sólo á la historia de Egipto, sino á la historia de la civilización del linaje humano.

De los manuscritos péhlvis no da la guía de la Exposición traducción ni cuenta, disculpándose los autores con la dificultad que ofrece la inteligencia de este idioma, del cual, según se hablaba en tiempo de los Sasanidas, afirman que sólo quedan algunas monedas é inscripciones en piedra que puedan haber servido para prepararse á interpretar los recién descubiertos manuscritos, que hoy posee el Archiduque, y son, á lo que parece, los únicos en su género.

En la colección del Archiduque hay, en escritura demótica, conjuros para evocar á Osiris, á Chu, dios del Oriente, y á Amón, dios del Mediodía. La magia y la teurgia eran ciencias muy cultivadas en Egipto, y con cuyo auxilio se atraía á la luna desde el cielo, se aprendía el lenguaje de los pájaros, se transformaban las varas en serpientes y se hacían otra multitud de milagros.

Lasso cuenta de ciertos concejales de Gandulia, he recordado, y no puedo resistir a la tentación de referirlo aquí, lo que he leído en uno de los extractos y traducciones de los millares de manuscritos egipcios adquiridos y conservados en Viena por el archiduque Raniero. El caso no ocurrió a fin de siglo, sino a mediados: por los años de 250 de la Era Cristiana, o dígase 1650 años ha.

La rica colección de documentos, que posee el Archiduque, es un arsenal que suministra armas para defender cualquiera tesis. Lo que desde luego puede afirmarse es que, en aquellos siglos, ninguna horda, tribu ó nación hacía ni hubiera hecho conquista tan benigna como las de los árabes.

A pesar de darse los dos mútuas pruebas de amor y contento, abrigaban ambos fatales y mortificadoras pasiones; el archiduque, por el vehemente amor con la camarista; y por los mas rabiosos celos, Doña Juana. Pero vivian con la esperanza el primero de que jamás esta se enteraria de sus amores: y la segunda, de vengarse de una mujer que tan grandes sinsabores la habia hecho sufrir.

Ya era testigo el palacio de Bruselas de los descompasados gritos, repetidas contiendas, y descompuestas palabras de los jóvenes príncipes, sin embargo de poner cuanto estaba de su parte por disimular el archiduque, para evitar los escándalos. Los celos habituales de la infanta daban orígen á que no cesase de acechar el momento de realizar su venganza, mas llegó por desgracia.