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También que le he visto a usted tres o cuatro veces en la calle de Angulema bajo las ventanas de Antoñita, y en vista de todo, esto, que le hace aparecer culpable cuando menos de ligereza, vengo a pedirle cuenta de su conducta. Querido amigo: ya tenía yo ganas de verte para que hablásemos precisamente de esas menudencias.

Que pida de veras a Madama de Angulema q.^e despache con todo fauor al aduogado M.^r Guidemeau, q. me importa q. conozca q. le vale algo mi medio. De V. m. muy seru.^or Ant. Perez. A Mosieur. Mosieur Maridat. Bibl. Nac. de París, Fr., 3.652, fol. 144. Colección Morel Fatio, núm. Exmo. Sr.

No se crea que al tomar la palabra lo hago para impugnar la petición, sino sólo para hacer algunas observaciones, etc.» Y todo ¿por qué? porque le suena siempre en los oídos el cañoneo del año 23. No ve más que el Zurriago, no oye más que Angulema.

Aun hay más: como no puedes continuar viviendo en la calle de Angulema y como sin duda quieres visitar a Antoñita en París, te suplico que no le hagas visita alguna sin ir acompañado de alguno de mis más íntimos amigos. Mengis, por ejemplo, va a verla tres veces por semana y a horas fijas. El puede acompañarte y lo hará con mucho gusto, como lo ha hecho siempre con Felipe.

Lo que produjeron las rejas y los sillares de berroqueña apenas bastó para pagar unas cuantas piedras traídas de Angulema. El nuevo edificio era extranjero, antipático, barroco, en el mal sentido de la palabra, y en vez de buhardillas españolas, tenía una gran montera de pizarra.

Concluidas las banderas, que eran de ricas telas y estaban bordadas con gran primor, fueron entregadas solemnemente á la Milicia Nacional de Sevilla, la cual las recibió con gran estima y aprecio; y cuando llegaron los días difíciles y tristes de 1823, en que las tropas de Angulema invadieron á Sevilla, y los bravos milicianos siguieron á Cádiz los últimos restos del gobierno constitucional, llevando consigo aquel monarca traidor, infame y trapacero, el emblema de unas almas libres en que manos cariñosas y delicadas habían trabajado ondeó en el Trocadero á la vista de los soldados de la Santa Alianza.

Es en ese departamento, cuya producción vinícola y fabril es muy importante, que se halla el pueblo de Cognac, cuyos licores son tan gratos á los amigos de las fuertes libaciones, y cargan con la responsabilidad de muchas calaveradas. La población de Angulema alcanza apenas a unos 18,000 habitantes.

Titubea un momento; yendo de noche, no verá las campiñas de la Turena, Angulema, Poitiers, Blois, ¡pero París! ¡Y vibrante, ardoroso como un pájaro a quien dan la libertad, se embarca con el alma rebosando llena de himnos! En París. En viaje para París. De Bolivia a Río de Janeiro en mula. La Turena. En París. El Louvre y el Luxemburgo. Cómo debe visitarse un museo.

Allí llora mi tío a Magdalena como yo la lloro en mi casa de la calle de Angulema, como usted, allí donde se encuentra, la llora del mismo modo. ¿Quién sería capaz de haberla conocido y no llorarla? »Mucho le agradezco a usted que me hable de ella; hábleme siempre de ella, usted que la ha conocido mejor que yo.

Una sola frase suya probará su inmenso saber en esa historia viva que se aprende con los ojos: «Vi a José I como le estoy viendo a usted ahora». Y parecía que se relamía de gusto cuando le preguntaban: «¿Vio usted al duque de Angulema, a lord Wellington?...». «Pues ya lo creo». Su contestación era siempre la misma: «Como le estoy viendo a usted». Hasta llegaba a incomodarse cuando se le interrogaba en tono dubitativo. «¡Que si vi entrar a María Cristina!... Hombre, si eso es de ayer...». Para completar su erudición ocular, hablaba del aspecto que presentaba Madrid el 1.º de Septiembre de 1840, como si fuera cosa de la semana pasada.