Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 9 de mayo de 2025
Ana, que no había podido terminar la lectura de la carta, que había caído sobre la almohada como muerta en cuanto vio en aquellos renglones fangosos la confirmación terminante de sus sospechas, no pudo por entonces pensar en la pequeñez de aquel espíritu miserable que albergaba el cuerpo gallardo que ella había creído amar de veras, del que sus sentidos habían estado realmente enamorados a su modo.
Contentábanse, pues, con decir que esos nobles de provincia eran incansables bromistas... ¡y nada más! Donde se decía mucho más era en la corte. Corrían las versiones más extraordinarias. Hablábase vagamente de una secreta compañía de titiriteros, que el joven duque albergaba en su palacio.
El duque de Campoverde, a quien llamo así para ocultar su verdadero título, protegía y albergaba en su casa a un sobrino suyo, tan ilustre como pobre, llamado D. Jacinto de la Mota, gallardo mancebo en la florida edad de veinticuatro años, elegantísimo, discreto y agradable por todo extremo. Y lo más singular y raro que en él había era su espiritual e inmaculada limpieza.
No tardó en llegar á la otra casa, donde le aguardaban con tanta ansiedad. Era en la calle de la Luna, edificio de buena apariencia, que albergaba en el principal á un aristócrata; más arriba familias modestas, y en el techo un enjambre de pobres. Torquemada recorrió el pasillo obscuro buscando una puerta. Los números de éstas eran inútiles, porque no se veían.
No tenía grandes dimensiones, pero albergaba trastos suficientes para amueblar una casa entera, los cuales se hallaban esparcidos de tan singular y caprichoso modo, que era en verdad cosa digna de verse.
Ya no albergaba a la fiera, como en los tiempos prehistóricos, pero bien podía servir de guarida al hombre. De pronto, Febrer, que permanecía inmóvil, escuchándose a sí mismo, con una quietud semejante a la de los niños medrosos que temen removerse en la cama por no aumentar el misterio que les rodea, se estremeció en su asiento.
Acompáñame ahora, la calle abajo, al destrozado convento de S. Francisco, digno rival un tiempo del de S. Pablo, y como él poderoso antemural del catolicismo por la religiosa órden fecunda en santos que allí se albergaba. Hay en un ángulo de su espacioso claustro bajo, una fuente, cubierta con pequeña cúpula pintada por dentro, que denota grande antigüedad.
El Sultán se deshacía en muestras de regocijo y de la más íntima alegría. La anchísima estancia, iluminada con mil lámparas arabescas, se llenó primero con todos los miembros del diván; segundo, con el apéndice de los trece coadjutores elegidos y cazados por Abu-el-Casín, y, además, con el catafalco aquel donde, como en empanada, se albergaba el caprichoso Ben-Farding.
Á despecho de la agilidad y soltura con que marchaba, llevaba el corazón oprimido, muy oprimido. Se representaba, aunque vagamente, cosas horrendas. Aquel bandido era muy capaz de abusar de ella y asesinarla. Llegó á Canzana agitado, convulso. Sin pasar por casa del tío Goro á noticiar lo que sabía se dirigió á la del vecino que albergaba á Plutón. Estaba cerrada y todos durmiendo.
Palabra del Dia
Otros Mirando