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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Voy a consultar con mis superiores respondió el inspector, retirándose entre vociferaciones y risotadas. Apenas le vieron desaparecer, se calmó la efervescencia un tanto. «Va a consultar» se decían las unas a las otras... «¿nos pagarán?». Si nos pagan declaró la Tribuna, belicosa y resuelta como nunca , es que nos tienen miedo. ¡Alante! Lo que es hoy, la hacemos, y buena.
Sin embargo, cuando salió a la plaza el quinto toro, lo primero que encontró fue el capote de Gallardo. ¡Qué animal! Parecía distinto al que él había escogido en los corrales la tarde anterior. Seguramente habían cambiado el orden en la suelta de los toros. El temor seguía cantando en los oídos del torero: «¡Mala pata!... Me coge; hoy salgo del reondel con los pies pa alante...»
Ca uno es quien es, y ya que las jembras vienen, éjalas venir. ¡Pa lo que vive uno!... Cualquier día pueo salir del redondel con los pies pa alante... Además, tú no sabes lo que es eso, lo que es una señora. ¡Si vieras qué mujer!...
Ahora estamos aquí tranquilos comiendo, pero el mejor día, si Dió nos deja de la mano y se cansa de nosotros, a mí me recogen al lao de un camino, como un perro rabioso, hecho peazos, y a usté, con toos sus capitales, le sacan de una plaza con los pies pa alante, y aunque hablen cuatro semanas los papeles de su desgrasia, mardito lo que usté lo agradeserá estando en el otro mundo.
Lo anunciaba Alcaparrón con sus lloriqueos a todos los del cortijo, sin hacer caso de las protestas de su madre. ¡Qué sabes tú, bobo!... A otros, peor que ella, los sacó alante mi comare... Pero el gitano, despreciando la fe de la señora Alcaparrona en la sabiduría de su comadre, presentía la muerte de la prima con la clarividencia del cariño.
Si la expedición había sido fructuosa, pavoneábase la gitana con orgullo. ¡Arza pa alante, esgalichao! ¡Menúo callardó vais a mamaros tú y los churumbeles!... Encendían fuego en su covacha, preparando, ante todo, el chocolate, dejando para después el guisoteo de la cena.
Yo quiero a la pobresita que va ahí alante, de una manera que no sé cómo decir... ¡vamos! como quiere el cura a la Mae de Dios cuando le ice la misa. Me gustaba mirar sus ojosos y oír su vosesita de oro; pero, ¿tocarle un pelo de la ropa? enjamás se me ocurrió. Era mi virgensita, y como las que están en las iglesias, sólo tenía pa mí la cabesa; la cabesa bonita jecha por los mismos ángeles...
Palabra del Dia
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