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Actualizado: 17 de mayo de 2025
La nieve había cesado de caer y la Luna brillaba entre dos grandes nubes, una blanca y otra negra. La estrecha garganta, bordeada de ingentes rocas cortadas a pico, se extendía bastante lejos, y sobre ambos lados los abetos gigantes se elevaban hasta perderse de vista. Nada turbaba en aquel lugar la calma de los grandes bosques; dijérase que se hallaban muy lejos todas las agitaciones humanas.
Pues repentinamente aprendió a conocer esas turbaciones, esas agitaciones, y no se hizo la menor ilusión sobre la profundidad de su herida; conoció que le había atacado en pleno corazón. Sin embargo, no desesperó. Aquel día, al partir, se decía: «Sí, es grave, muy grave; pero curaré.» Y buscaba una excusa a su locura, que atribuía a las circunstancias.
Es indudable que el mayor número de desgraciadas criaturas á quienes sus necesidades y talentos, obligan á profesar este empleo, tan honorable en sí, no escapan sino por la moderación de sus sentimientos, con la ayuda de Dios, ó por la firmeza de sus principios, á las deplorables agitaciones de que no había podido garantirse la señorita Helouin; pero la prueba es temible.
Era un prócer de la nobleza republicana, un aristócrata del régimen, que tenía su estirpe en las agitaciones de la Revolución, así como los nobles de pergaminos ponen la suya en las Cruzadas. Su bisabuelo había pertenecido á la Convención; su padre había figurado en la República de 1848.
La novela tiene algo de histórico y está bien escrita, pero me parece su lectura algo peligrosa para la juventud. Por mi parte, me ha sugerido únicamente reflexiones sobre lo pasajero de las cosas humanas y la insuficiencia del poderío de la tierra para hacer feliz a un alma grande. Lo terreno no puede satisfacerle, y sólo en Dios encuentra reposo a sus agitaciones. ¡Oh, Dios mío!
Allí, lo mismo que en otros parajes de la Península, miles de humanos seres, olvidados de las agitaciones y mezquinos intereses de esta vida, estaban como nosotros en expectación del fenómeno celeste; unos llevados de amor á la ciencia, otros de culto á lo maravilloso, quienes del miedo, quienes de mera curiosidad.
Mientras tanto la noche se aproximaba y las brumas espesas y lluviosas hacían aún mayor la oscuridad. No tenía necesidad, además, de recogimiento y de libertad de espíritu y no quería entrar en la ciudad hasta después de haber acostumbrado mi alma a las agitaciones que la amenazaban.
El mundo al que había de volver le parecía lejano, muy lejano. Aquel Bilbao, del que era rey, estaba sin duda en otro planeta con sus agitaciones de lucro, con sus fiebres de egoísmo, de las que no llegaba nada, absolutamente nada, á aquel tranquilo rincón. Estoy bien, Luis: mejor que nunca. La satisfacción que adivino en mi mujer y mi hija, me llena de alegría.
Y antes de cerrar los ojos, Lita marcó con la uña una señal en la baranda de la cama, para anotar que había transcurrido el primer día... Pero no podía dormirse. Estaba demasiado nerviosa con las agitaciones del día. Su mamá, aunque lo notara, no quiso darle el remedio recetado por el médico. Sabía que su regazo era el mejor calmante para la hijita enferma.
Identificandose tambien con el personage de Manfredo, el poeta pinta con colores muy vivos, las fuertes agitaciones, las pasiones turbulentas, y la vuelta contemplativa sobre el destino, que nos hacen conocer el fondo de su corazon.
Palabra del Dia
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