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Eso es lo único que te afea, salvo la cara díjole mi tío serenamente : el genial... En ese punto eres una jabalina celosa, a lo mejor de una chanza. Salimos de una chamusquina, y ya te quieres meter en otra... ¡Barájolas! exclamó don Pedro Nolasco santiguándose . ¿Ustedes han visto otra como ella? Trapalón de los demonios, ¿pues me he metido yo contigo ni tanto así, desde que se acabó lo otro?

Un mal médico mata á sus enfermos, un mal arquitecto tal vez construya edificios que se hunden con estrago espantoso, un mal zapatero nos estropea los pies, un mal sastre nos afea con sus trajes ridículos, un mal cocinero nos envenena ó nos mata de hambre, un mal político causa la miseria y el descrédito de su nación, y un mal general expone sin plan y sin objeto la vida de sus soldados y aun llega á causar el empobrecimiento, el oprobio y la ruina del Estado á quien sirve.

Esa belleza típica refleja, para el pensador hegeliano, el efecto ennoblecedor de la libertad; la esclavitud afea al mismo tiempo que envilece; la conciencia de su armonioso desenvolvimiento imprime a las razas libres el sello exterior de la hermosura.

Remozado ya, elegante y guapo, apasionado y discreto, ¿qué necesidad tenía de joyas para enamorar á Margarita? ¿No deslustraba con esto el carácter de su querida, haciéndola aparecer tan comprada como enamorada? A no dudarlo, el regalo de las joyas afea y empequeñece el principio de aquellos amores. Se ve luego que Margarita, sin que nadie la vigile ni la acompañe, va sola donde quiere.

Su rostro es gordinfloncillo, el pelo de un rubio amarillento, frío; el aire bobalicón y parado: pero resulta simpática, casi bonita, porque tiene el encanto de la inocencia y del candor; la infancia triunfa en ella del tipo de la raza: es tan niña que todavía no ha adquirido el empaque que afea a las damas de su prosapia.

La pobreza desesperanzada imprime carácter, y en su seno se crían la soberbia hipócrita, la modestia burlona, la astucia dolosa, que tienen flexibilidades de víbora; la ruindad intrigante, la maledicencia ponzoñosa, y la envidia exangüe que todo lo codicia y que todo lo afea.