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Actualizado: 10 de junio de 2025
Iban a una de las principales iglesias a sentarse tras la mesa petitoria de una comunidad de origen extranjero, a la hora en que la gente elegante reza las estaciones. Juanito, a pesar de la ¡anual costumbre, sintióse impresionado por el aspecto de la ciudad. Las tiendas cerradas, el adoquinado silencioso, sin que una rueda lo conmoviese; las gentes vestidas de negro, con aire solemne.
Los hijos de su primer matrimonio vivían en Madrid, trabajando unas veces en el adoquinado y rabiando otras de hambre. Apenas si los veía. La familia... con tomate, señores míos. Tanto tienes, tanto vales; cada uno a lo suyo. Los chicos, cuando me ven, me hablan de que les traspase la parroquia. El ama de mi casa también quiere lo mismo... ¡Magras! El negocio, siempre a mi nombre.
En aquel momento daban los relojes de las iglesias las diez y media. Dos horas despues, Plácido dejaba la casa del joyero, y grave y meditabundo seguía por la Escolta, ya casi desierta apesar de los cafés que aun continuaban bastante animados. Alguno que otro coche pasaba rápido produciendo un ruido infernal sobre el gastado adoquinado.
El adoquinado le enviaba por sus respiraderos la fetidez de unas alcantarillas solidificadas por la escasez de agua; los balcones esparcían el polvo de las alfombras sacudidas; el palacio-quimera se tragaba con una insolencia de rico novel todo el cielo y el sol que correspondían á Ferragut. Una noche sorprendió á sus parientes haciéndoles saber que volvía al mar.
Isidro pensó con envidia en la fuerza de los obreros. De tener el vigor de un albañil, de un peón del adoquinado, arrancaría una puerta, haría astillas una ventana para mantener el fuego; se defendería de la noche cruel, eterna como la muerte. Lamentaba su miseria física, que añadía nuevas tristezas a su situación.
Palabra del Dia
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