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Actualizado: 2 de julio de 2025


¡Ah! ¡Margalida! dijo Febrer con asombro . ¡Margalida con novios!... Lo que él había visto en tantas casas de la isla parecíale un espectáculo absurdo en Can Mallorquí.

Esta razon se ha de encontrar en una diferencia intrínseca de los mismos; si no se quiere caer en el absurdo de que todas los acciones son indiferentes en mismas, y que las malas podrian ser buenas, y las buenas malas.

Al fin, en voz baja, mirándola atentamente y como si procurase arrancarla de un mal sueño: Pero de cualquier modo, tu casamiento es un absurdo. ¿Qué obligación es esta de casarte con Muñoz? ¡Oh, repuso Adriana, no relacionas las cosas, no sabes, no te pones en mi caso! ¡Y casarte así, con este apuro, a la carrera, como si te persiguiera la muerte! La muerte mía no, pero la muerte de Laura.

Los jóvenes sacaban de la faja las monedas de cobre, después de largos titubeos, y bebían, justificando mentalmente este gasto extraordinario con el absurdo pensamiento de que al día siguiente no habían de trabajar.

Si se rompe una casulla, aún nos quedan para componerla tiras bordadas con santos y flores, que son una maravilla. Pero ¿y cuando todo esto se acabe?, ¿cuando se rompa el último vidrio de repuesto y se agoten los retales de la Obrería? Y don Antolín reía sarcásticamente, como si este porvenir por él evocado fuese un absurdo contrario a las leyes eternas.

¿Y su hermana de usted, Tula...? Más absurdo aún... Rosalía alzó los hombros. No veía salvación.

El acto de voluntad implica una inclinacion, tendencia ó llámese como se quiera, hácia un objeto conocido; supongamos que las dos substancias A, B, que componen la substancia que tiene voluntad, se reparten entre lo necesario para el acto de querer, de modo que el conocimiento del objeto querido se halle en A, y la inclinacion ó tendencia esté en B; digo que semejante acto de voluntad es un absurdo.

El lenguaje mismo quedaria horriblemente mutilado si desapareciesen las ideas del órden moral: una conducta buena ó mala serian palabras sin sentido: la alabanza y el vituperio carecerian de objeto; la misma vanidad perderia gran parte de su pábulo; la lisonja deberia limitarse á las prendas naturales consideradas en el órden puramente físico: la palabra mérito, no podria pronunciarse sin caer en el absurdo.

Milagros, sin tener confianza en lo que la García Grande decía, sospechaba que hubiese algo de verdad en ello, o lo que es lo mismo, se amparaba a lo absurdo como el desesperado que se agarra al clavo ardiendo. «Pero diga usted, Cándida... ¿Ese dinero lo tiene usted?».

Era absurdo, fantástico. Mas no disminuía la trágica negrura del hecho: «Yo había asesinado a un viejo».

Palabra del Dia

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