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Actualizado: 4 de julio de 2025
El portero Atanasio vió pasar rápidamente una gigantesca forma blanca y antes de enterarse de lo que aquello significaba y de la causa del tumulto que en la escalera se oía, ya el indómito Tristán estaba lejos de la abadía y á grandes zancadas recorrió el polvoriento camino de Vernel. Los muros del antiguo convento no habían presenciado jamás escándalo semejante.
Frente á la abadía de San Andrés se abría una gran plaza que á la llegada de nuestros caballeros estaba ocupada por multitud de gentes del pueblo atraídas por la curiosidad, soldados, religiosos, pajes y vendedores ambulantes.
Casi tocando con el antiguo puente de Westminster se ostenta el famoso edificio moderno que sirve de recinto al Parlamento británico, y detras se destacan las dos enormes torres de la Abadía de Westminster, el panteon consagrado a los glorias nacionales y el mas grandioso y bello monumento de la Gran Bretaña, tanto por su arquitectura como por su riqueza interior y su importancia histórica.
En cambio el hermano lego Atanasio, que durante un cuarto de siglo había limpiado y bruñido el pesado aldabón de bronce de la abadía, declaraba con asombro que jamás había presenciado convocación tan extemporánea y urgente de todos los miembros de la comunidad.
Entre las asociaciones libres de Vevey hay una que, ademas de ser curiosa por las tradiciones y costumbres que mantiene, da la medida del interes que allí se toma por la agricultura, y de la fecundidad del espíritu de asociacion: hablo de la Abadía de los Viñadores, congregacion muy antigua de los cultivadores de viñas y propietarios mas interesados en ellas.
Bastaba observar á éstos para comprender la gran variedad de ocupaciones á que se dedicaban y para formar idea, aunque incompleta, de los inmensos recursos de la abadía, centro de activísima vida.
El Mayor General Abadía, que había dirigido el paso, nos mandó replegarnos a un sitio bajo, donde casi toda la fuerza podía permanecer oculta, y allí aguardamos más de media hora. No se veían los enemigos por ningún lado; pero allá lejos, hacia la barca, continuaba cada vez más vivo el tiroteo de fusil.
Hará ya mucho más de rail afios, habla en lo más esquivo y fragoso de los Pirineos una espléndida abadía de benedictinos. El abad Eulogio pasaba por un prodigio de virtud y de ciencia. Las cosas del mundo andaban muy mal en aquella edad. Tremenda barbarie había invadido casi todas las regiones de Europa. Por donde quiera luchas feroces, robos y matanzas.
Allí el obscuro y monumental edificio de la abadía, la residencia de Fray Diego, con su capilla adjunta, los jardines y huertos, iluminado todo ello por un sol espléndido.
Puesto que no partiréis en algunas semanas, observó la anciana, se me ocurre que este joven puede prestarnos un buen servicio durante su permanencia en el castillo. ¿Entiendo que en la abadía habéis aprendido mucho? He estudiado mucho, señora, pero aprendido sólo una pequeña parte de lo que saben mis buenos maestros. Lo que sabéis basta á mi propósito.
Palabra del Dia
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