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Actualizado: 29 de junio de 2025


Ultimamente, en dicho mi oficio de 30 de Abril ver

Yo me complacía anticipadamente en las sinceras demostraciones de cariño y de satisfacción que había de recibir en su presencia. Juntos habíamos cursado nuestros estudios; disfrutado de las mismas alegrías en las casas de campo de ambas familias; seguido las mismas rutas en nuestras excursiones, idénticas relaciones sociales, y últimamente pertenecíamos los dos al cuerpo diplomático.

Todas habían tenido que sufrir algún doloroso desengaño. Últimamente, hastiado de enamorar a sus convecinas, se había dedicado a fascinar a cuantas forasteras llegaban a Sarrió, para abandonarlas, por supuesto, si cometían la torpeza de permanecer en la villa más de un mes o dos.

Leto, con la vida que traía últimamente, andaba muy atrasado de noticias.

La condesa de Peñarrubia se lo había pedido dos veces, una seis mil pesetas y otra diez mil para un negocio seguro según decía. De todos modos Elena no volvió a ver su dinero. Últimamente al regresar de Alemania Marcela vino a proponerle que comprase acciones de una mina de plata que su amigo común el vizconde de las Llanas poseía en Albacete.

Ultimamente se siguió la marcha al SO, por médanos bastantemente incomodos, que en los mas de ellos se encuentran algunos árboles pequeños de chañar, que con sus espinas maltratan mucho á las cabalgaduras.

Las más insignificantes particularidades de su traje o de sus ademanes, el aroma exótico de que se perfumaba y que me habría hecho reconocerla a ojos cerrados, hasta los colores que había adoptado últimamente, el azul que le estaba tan bien y que tanto hacía resaltar la nítida blancura de su tez.

, últimamente. Antes... antes no era así. El orgullo del triunfo embargó mi ánimo. ¡Era yo, Rodolfo Raséndil, quien la había conquistado! ¿No me amabas antes? pregunté rodeándole el talle con mi brazo. Me miró sonriente y dijo: ¿Será tu corona? Este nuevo sentimiento se me despertó en el día de la coronación. ¿No antes? le pregunté ansioso.

Enviose aviso al pueblo para que allí les esperase una razonable cantidad de borriquitos, y en los coches de la casa y en los que habían traído las personas que últimamente habían acudido se trasladó no mucho después la dorada juventud a la gran plaza que hay delante del Monasterio, punto inicial de la correría.

Les había hecho sufrir varios cambios, aunque siempre sobre la base del amarillo, cubriéndolos con damasco, primero, con seda brochada después, y últimamente con raso basteado, capitoné que ella decía, en almohadillas muy abultadas y menudas, que a don Saturnino se le antojaban impúdicas.

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