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Permaneció un instante indeciso al ver tanta gente. Al fin se resolvió a entrar; fué derecho a los cajones de los aparadores y comenzó con afán a registrarlos sacando todos los mendrugos que había y colocándolos en su bandeja. Los criados le contemplaban sonrientes con mirada burlona. Busca, busca dijo uno . ¿Cuándo nos convidas a gazpacho, tío lipendi?
La malagueña llamó al duque tío lipendi, gorrino, y concluyó por arrojarle del gabinete. Pero aquél no hizo maldito el caso, antes enfurecido la faltó abiertamente al respeto, empleando en su obsequio algunos epítetos expresivos de su exclusiva invención y otros recogidos con cuidado de su larga experiencia. Por último, quiso dejar sentado de un modo incontrovertible que allí era el amo.
Nicanora salió a la puerta: «Hoy está atroz... Si yo cogiera al lipendi que le convidó a magras...». ¡Venga usted acá, dama infiel! le dijo el frenético esposo, cogiéndola por un brazo. Hay que advertir que ni en lo más fuerte del acceso era brutal.
La catástrofe tuvo lugar a la noche siguiente, pues habiéndose permitido Rubín algunas reticencias desfavorables a la reputación de la Virgen María, saltó Pedernero de su asiento, trémulo y descompuesto, en estado de horrible agitación, y lanzó a su contrario anatema tan furibundo que los amigos tuvieron que sujetarles. «Porque yo soy un lipendi.
Palabra del Dia
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